Mierda. El tiempo transcurre rápido.
En un abrir y cerrar de ojos, tienes veinte años y has cursado la mitad de tu carrera, y la idea de que tu elección implica dejar de lado cien cosas diferentes, te paraliza. Asi que cambias de especialidad media docena de veces hasta acabar en Abogacía. Y durante un tiempo, te parece el camino correcto, hasta que te das cuenta que no es más que una reacción al orgullo que se refleja en el rostro de tus padres.
En un abrir y cerrar de ojos, tienes veinticuatro años, te recibes, y al regresar a casa terminas con el corazón roto. Y entonces no te queda otra que llevarlo a cuestas durante tu viaje a Europa, y crees que el cambio volverá a encender una chispa en tu interior, que la inmensidad de ese nuevo mundo te hará retomar las riendas de tu vida. Y durante un tiempo, lo consigues. Pero no tienes trabajo ni expectativa de futuro, solo dispones de ese paréntesis, y cuando se acaba, la cuenta bancaria se ha vaciado y sigues en el mismo lugar dónde estabas.
En un abrir y cerrar de ojos, tienes veintiséis años, has recuperado un poco la ilusión, pero una de tus amigas te llama para darte la noticia que se casará... con uno de tus amigos, al que tú mismo se la has presentado. Sientes un puntazo en el medio del pecho, pero no le das importancia... hasta que es demasiado tarde y no puedes hacer nada.
Y ahora te sientes un idiota sin remedio, con el corazón expuesto una vez más y una botella de vodka en la mano en la cena de ensayo de una estúpida boda.
Timothée no estaba lo suficientemente borracho aún, lo sabía porque todavía no había llegado a ese punto donde uno ya no siente nada. Pero aún asi perdió el equilibrio al intentar sentarse en unos de los columpios de madera del jardín trasero, y acabó tumbado en el suelo. Bebió un trago largo de la botella, mientras la cabeza le daba vueltas.
—Estúpida boda — Masculló.
Su celular vibró en su bolsillo. Hurgó en él en busca del aparato, pero su manó se topó con una pequeña caja aterciopelada, y al tirar de ella, el anillo se le cayó, hundiéndose en el pasto húmedo por el rocío.
—Mierda — Se puso de cuclillas y tanteó el suelo con las manos hasta encontrarlo.
Contempló fijamente el anillo de diamantes que alguna vez perteneció a la madre de Fred, pensando en dejarlo allí, pero descartó la idea de inmediato. No podía hacerle eso a su amigo, porque Fred se lo había confiado a él para que lo entregara en el altar el día de su boda.
Asi que se obligó a recogerlo y lo guardó de nuevo en el estuche.
—Oh, aqui estás — Fred se acercó a los columpios, y Timothée guardó de inmediato el estuche en su bolsillo — Te he estado llamando hace rato.
—Me tienes controlado — Timothée se acomodó en el suelo, dejando caer la cabeza sobre el columpio.
—Deberia ser al revés — Su amigo se sentó a su lado.
—¿Te lo estás replanteando? — Inquirió él — Tengo órdenes de atarte con una cuerda si intentas salir corriendo.
—¿Qué? Ja. Ja. Para nada.
—¿Quieres un trago?
—Hay días en los que no entiendo lo que está pasando — Fred aceptó la botella de vodka y le dio un sorbo — y otros en los que siento como si esto fuera lo más natural del mundo.
Timothée suspiró, centrando toda su atención en las estrellas de arriba, que poblaban el cielo despejado y le recordaban al de Concord.
—Entiendo — Murmuró, recuperando la botella y bebiendo otro largo trago — Necesitas ese tipo de conversación. De acuerdo, habla ya. De todos modos, soy el padrino.
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Champagne Problems || Timothée Chalamet
RomancePrimer libro de la Colección: Taylor Swift's Playlist Sophie Brown, a punto de casarse con el hombre de sus sueños, descubre que lo que siente por su vecino y mejor amigo de la infancia, quizá no sea solo algo platónico como ella pensaba. Y lo que e...