Wei Ying estaba teniendo el peor día de su vida.
Error, tuvo muchos malos días. Como la ocasión en que Jiang Cheng le rompió el conjunto de pantalón de deporte por meterle el pie de camino a casa, o la ocasión en que el gato de Jiang YanLi le orinó encima. También esa vez en que una chica del curso lo golpeó en el rostro porque pensó que le había alzado la falda.
¿Quién demonios era él? ¿El estupido de Jin... algo? ¡Wei Ying era un tipo descente!
El punto es, de entre los muchos malos días en la vida de Wei Ying, ese estaba dentro del top cuatro.
Se removió inquieto en el rígido banco del parque local, desconcertado ante el deficiente servicio de alumbrado público. El lugar era oscuro y sombrío. Estaba a la merced de cualquier criatura o espectro salido de la oscuridad. En el peor de los casos, ante la posibilidad de un perro al acecho.
Tembló y se estremeció. La noche no fue helada, aún era verano, y el otoño llegaría en pocas semanas. Si bien el aire era pesado y húmedo no fue desagradable. Wei Ying disfrutó la sensación fresca de Gusu por la noche desde que se mudaron a la ciudad durante la primavera, así que no tuvo problema ante la limitada cantidad de pertenencias a su lado. Más bien, la ausencia de una sudadera y par de zapatos.
No pudo hacer mucho. Yu ZiYuan, matriarca de la familia Jiang, solo le dejó tomar las escasas pertenencias habidas en su mochila y nada más. Lo que incluyó un móvil con la batería muerta, una camisa roja a cuadros, un par de libros, bocadillos a medio comer de esa tarde, un termo con té que preparó YanLi por la mañana y los pocos billetes en su cartera.
El dinero no fue suficiente para rentar una habitación en un motel de mala muerte por cuatro o cinco horas. Como recién se mudaron a Gusu, Wei Ying careció de contactos cercanos para pasar la noche. Sus recursos le permitirían comprar un par de comidas baratas en franquicias locales.
Wei Ying presionó el botón de encendido y el volumen de manera simultánea a espera que el teléfono encendiera. Por supuesto, no lo hizo. El par de ocasiones en que la pantalla se iluminó mostró una espantosa mancha negra. Por lo que, frustrado, lo dejó morir.
Debido a la mensajería y lectores de códigos, Wei Ying, cuya memoria era pésima, no registró en su cerebro el número de contacto de ningún conocido de su antigua ciudad. Al menos para obtener un sillón para pasar la noche mientras pensaba en que hacer a partir de ese punto.
Dejó salir un suspiro pesado.
Sabía que la había jodido. Solo, no fue del todo su culpa. ¡Fue culpa de los fantasmas!
La gente no creía en fantasmas, demonios, ni espíritus. Y eso estaba bien. No eran agradables de ver. Aún así, el no creer en ellos no significaba que no fueran reales.
Wei Ying, por alguna extraña razón, nació maldito. Desde que tuvo uso de razón fue acosado, asediado y molestado por toda clase de espíritus viciosos.
Siempre se preguntó si su mal se debió a alguna cuestión familiar. Sin embargo, sus padres estaban muertos. Tuvieron un accidente de auto cuando él tenía cuatro y fue enviado a hogares de acogida los años siguientes.
En orfandad fue difícil comprender nada sobre su historial familiar. Las parejas de acogida no se entusiasmaban por las narraciones fantásticas de Wei Ying. Especialmente, al advertir la presencia de fantasmas o espíritus de bajo nivel habitando en las moradas.
Se mantuvo en el sistema por varios años de casa en acogida en casa de acogida. Devuelto con el mismo pretexto: era demasiado travieso, sus historias de fantasmas demasiado espeluznantes y atraía la mala suerte.
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Promesas de vidas pasadas
RomanceTras perder su hogar, Wei WuXian recibe la invitación de un extraño hombre para permanecer en el templo a una deidad popular en las tierras de Gusu. La única condición, hacerse amigo del hermano menor de dicho hombre. Wei WuXian enfrenta un mundo e...