capítulo cinco.

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-"Bienvenido a MusicWorld ¿En qué te puedo ayudar?"- le dijo sonriente por tercer sábado consecutivo. Iván le entregó la pequeña caja de plástico. Rodrigo la tomó y se quedó observándolo fijamente. Iván esperaba que como en las veces anteriores, él le preguntase si necesitaba algo más y le pidiera seguirlo hacia la caja, para cobrarle y luego entregarle su paquete.

-"Mica"- llamó en voz alta el muchacho haciendo que una de sus compañeras de trabajo dejara de prestarle atención a un cliente durante unos segundos y se volteara a verlo -"¿Me cubrís? Un par de minutos nomás"- dijo él -"Si dale"- contestó ella distraídamente -"pero me debés un favor eh"-.

-"Que sean dos"- dijo con una sonrisa de oreja a oreja -"Y gracias"- el muchacho volvió rápidamente su mirada a Iván, quien se estremeció por completo -"Venís seguido por acá, ¿Cómo te llamás?"- preguntó curioso.

El corazón de Iván pareció detenerse. Abrió los ojos sorprendido y entreabrió sus labios pero no emitió sonido. ¿Qué tal si decía algo estúpido? Debía hablar con él. Responderle. Si no lo hacía lo creería un imbécil hasta el fin de los días. Pero no lograba juntar el coraje necesario. No estaba preparado. Estaba tardando en darle una respuesta y comenzaba a ponerse por demás nervioso. No sabía que tan paciente podía ser el chico con él. Pero para su suerte Rodrigo notó su nerviosismo y decidió alivianar las cosas de alguna manera -"Bueno, capaz que fue una pregunta muy compleja para empezar"- bromeó. Pero se notaba en cada una de sus expresiones que no estaba tratando a Iván de retrasado, sólo quería hacerlo sentir cómodo.

-"¿Podés hablar?"- preguntó y rogó internamente por que el chico no padeciera de algún tipo de mutismo, porque de ser así desearía que se lo tragara la tierra. Suspiró de alivio en su mente cuando el pelinegro asintió -"¿Sabés leer?"- volvió a asentir -"Bueno, entonces ¿Cómo me llamo? Te doy una pista"- dijo señalando con su dedo índice a la identificación que tenía sujeta a su uniforme.

Él sabía perfectamente su nombre. Había estado deambulando en su cabeza durante las últimas dos semanas. Pero nunca lo había pronunciado en voz alta a nadie más que a Martina cuando ella debía saber su nombre para preguntar por él. No había escapatoria. Debía responderle.

Relamió apenas y disimuladamente sus labios, que se encontraban de un color rosa pálido, y bastante resecos por su falta de diálogo permanente -"Rodri"- dijo finalmente con la voz grave y rasposa. Sentía sus manos transpiradas y temblando.

-"Eu"- dijo sorprendido -"Tu voz. Es re profunda boludo, no me lo imaginé. Está re piola"- enfatizó. Iván creía que se le saldría el corazón de su pecho de lo rápido y fuerte que estaba latiendo -"Ahora decime tu nombre"- dijo ansioso.

-"Iván"- respondió luego de unos momentos. Lo hizo. Le había dicho su nombre. No podía creerlo. Estaba teniendo una conversación con aquél chico que él consideraba la perfección en persona -"Iván"- repitió él con su suave y angelical voz.

La mente de Iván estaba en llamas. Como si gritara sin sonido. Todo en él estaba en cortocircuito. La perfección en persona acababa de pronunciar su nombre con sus lindos labios. Si moría en ese preciso instante no podría haberle importado menos.

-"Un gusto conocerte Iván, ¿Te puedo decir Iván, verdad?"- él asintió. Si escuchaba su nombre pronunciado por él una vez más se volvería loco.

-"Sos un pibe de pocas palabras, no? Yo soy como, todo lo contrario. Siempre me dicen que no sé cuando tengo que cerrar el orto una vez que empiezo a hablar"- no dejaba de hablar con una sonrisa en su rostro. Como si hablar con él lo pusiera de buen humor.

Rodrigo observó como entraban varios clientes y las dos chicas atendiendo necesitaban ayuda. Torció su labio hacia un lado, en verdad le hubiera gustado tener un poco más de tiempo.

-"Parece que habrá que dejar la plática para otro día che, me necesitan allá. Vení conmigo"- habló el castaño.

¿Para otro día? Pensó Iván. ¿Él seguiría hablando con él? ¿Eso fue lo que quiso decir?

Caminaron hasta la caja registradora. Como de costumbre, Rodrigo se dirigió a aquella pequeña habitación, volviendo con el CD que había tenido en sus manos desde hacía un rato, mientras hablaban, pero ahora envuelto en ese papel de color azul, con los números del día de la fecha.

-"¿Todos los CDs que comprás son para vos?"- preguntó mientras tomaba el dinero y le entregaba la bolsa. Iván lo miró sorprendido y asintió, Rodrigo soltó una risita antes de volver a hablar -"Mhm ya... Re cargoso con las preguntas, verdad? Sólo decime si te molesta"- Iván negó repetidas veces con la cabeza.

-"Bueno, disfrutalos entonces. Gracias y espero que vuelvas pronto"- dijo tranquilamente con una hermosa sonrisa mientras se dirigía a atender más clientes que comenzaban a agolparse, esperando ser atendidos.

Iván salió a toda prisa del lugar. Se sentía tan extraño. Entró en uno de los baños para hombres del centro comercial. Un lugar donde podía estar un poco más tranquilo, sin tanta gente a su alrededor. El blanco de las paredes incluso lo relajaba un poco. Respiraba agitado. Las últimas palabras que le dijo. No fueron por cortesía de la casa, fueron por deseo propio. Le dijo que esperaba volvera verlo. Habló con él. Le agradó. No creyó que fuera un bicho raro o un completo estúpido.

Iván caminó unos pasos hasta quedar frente a un gran espejo colocado sobre los lavabos. Dejó la bolsa sobre el mármol y miró de cerca su reflejo. Al menos por fuera lucía como un chico común y corriente. Él era quien se sentía extraño. Alzó una de sus manos y tocó apenas uno de sus pómulos. Juraría que lo sentía cálido, aunque éste se viera como de costumbre. Abrió el grifo tomando algo de agua fresca entre sus manos y enjuagando su rostro. Luego se secó con unas servilletas de papel del surtidor. No sabía qué rumbo tomarían ahora las cosas. Pero había logrado mantener una conversación con alguien. Con él. Y no había resultado ser el fin del mundo.

Una vez que se encontró con su madre se dirigieron hasta el auto. Durante el corto trayecto, un semáforo en rojo los interceptó haciendo que se detuvieran unos instantes. Su madre aprovechó para decir algo y romper el silencio -"¿Cómo te fue hoy en el centro comercial, amor?"- Iván se encontraba viendo hacia afuera por la ventanilla del vehículo cuando su madre le preguntó. Él la oyó y se encogió leventemente de hombros, como si no hubiera significado la gran cosa. Pero entonces ella lo vio. No podía ver su rostro directamente, pero alcanzó a ver parte del reflejo de Iván en el espejo retrovisor.

Él tenía una pequeña sonrisa en su rostro. Ni siquiera estaba segura de que él fuera consciente que estaba sonriendo. El estruendo de una bocina la sacó de sus pensamientos. No había notado que el semáforo había cambiado a color verde. Rápidamente puso el cambio y el auto continuó su marcha. El chico le dirigió una mirada con el ceño algo fruncido -"Perdona, me distraje"-.

Iván había sonreído. Ella lo vio con sus propios ojos. Debía contarle eso a Esthela. Debía contarle a Hugo y a Vicky. Sentía deseos de gritarlo al mundo. Iván estaba mostrando sus emociones muy discretamente, pero era un avance. Fuera quien fuera la persona que estaba logrando este cambio en su hijo, ella le estaba infinitamente agradecida.

El resto de los días de la semana Iván actuaba normal. Indiferente. Como de costumbre. Nada lo emocionaba. Seguía con sus clases y sus sesiones como si nada. Él no contaba nada sobre Rodrigo, Silvia se encargaba de poner al corriente a Esthela sobre las acciones del pelinegro.

Mientras tanto él solo pasaba los días, esperando impacientemente la llegada del día sábado.

𝙚𝙡 𝙘𝙝𝙞𝙘𝙤 𝙙𝙚 𝙡𝙤𝙨 𝙘𝙙'𝙨 ★ 𝘳𝘰𝘥𝘳𝘪𝘷𝘢𝘯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora