El sol ardía golpeando mi rostro, las luces del nuevo día me encantaban, más aún en invierno, brindándonos el calor que el frío viento nos quitaba.
Ver aquello desde la ventana del hospital mientras veía a mi nuevo acompañante dormir hizo que los recuerdos volvieran una vez más matando mi fingida tranquilidad.
Mi rutina era simple. Trabajar, comer, dormir, creí siempre que haciendo todo de esa manera evitaría las relaciones interpersonales que tanto temía tener. Nunca fui buena haciendo o manteniendo amigos alrededor, mi sinceridad brutal acababa con ellos siempre. El temor al rechazo y al abandono hizo de mi vida un encierro voluntario. Si no los tenía, no los extrañaría. Ecuación mezquina pero efectiva hasta aquel momento para mantenerme alejada de problemas.
-¡Ay Alexa, te privas de lo bueno de la vida!- oía decir a Miranda.
Miranda era mi vecina del nuevo condominio donde me había mudado. Desde el primer logramos congeniar, algo realmente raro, no me daba mala espina, no me hacía dudar, todo lo que hacía y decía parecía tan simple.
-Es ese el problema Miranda, a mí nunca se me pega lo "bueno de la vida"- intenté excusarme.
Como cada fin de semana Miranda y sus amigas cumplían con su ritual de salir de cacería de chicos y ganar en el campo de batalla de la lucha de los sexos. La verdad creo que, al menos por lo que veía que ella era la mejor guerrera en el campo, hasta llegué a pensar que debía observarla y tal vez, tan sólo tal vez y algún día la imite.
-Alexa, amiga mía- dijo tomando mi mano y mirando con dulzura -¡eres una completa aguafiestas!- bufó soltando mi mano y frunciendo el ceño.
-Lo sé. Pero igual me quieres ¿no?- dije haciendo una mueca que, al menos intenté y salga tierna.
-¡Eres imposible!- río agitando los brazos para luego abrazarme -Si, te quiero mucho, así amargada y todo te quiero mucho- dijo llenando de besos mi cara.
-Miranda- dije tratando de separarme.
-Hmmm- seguía ella entretenida con sus abrazos y besos.
-Miranda-
-¡¿Qué?!- suspiró viéndome con los ojos achinados.
-¿Espacio personal?-
-¿Qué?- me miró confundida elevando una ceja.
Al menos se había separado y cesado con todo el tema de los besos y abrazos.
-Espacio personal. Espacio que dejas entre una persona para no sofocar o agobiar la relación- solté la definición que había inventado sin preámbulos.
-Pues dile a tu espacio personal que- tomó una gran bocanada de aire -me vale madres- gritó volviendo a los besos y abrazos.
Era imposible. Cuando Miranda Simms se proponía algo era persistente, demasiado. Y así yo la quería.
-¿Disculpen?- se oyó una voz tras la puerta de mi apartamento.
-¿Te busca alguien?- Preguntó Miranda.
-No que yo recuerde- contesté confundida.
Me acerqué con cuidado a la puerta que Miranda en su descuido había dejado semi abierta. Me volví hacia ella con una mirada acusatoria y ella tranquilamente solo se encogió de hombros suspirando y cayendo desplomada como toda reina del drama en el sofá de la sala. Suspiré negando con la cabeza y junté la valentía para enfrentarme a lo que se venía. Que no había sido tan malo como lo esperaba. Un hombre realmente bien parecido y con la misma sorpresa que la mía en los ojos se erguía frente a mí.
-Hola, disculpa, mi nombre es Jake- empezó diciendo mientras ofrecía su mano.
Nunca antes, pero realmente, no como esos nunca antes que al final sucedieron miles de veces, la verdad es que esto que sentía aquí y ahora era mucho más diferente, aquellos ojos azules expectantes de mi respuesta y su cabello rubio revuelto prolijamente eran demasiado hipnotizadores y no podía emitir ningún sonido.
-En fin- dijo cerrando el puño.
-Perdón lo siento, que maleducada- dije al momento que sostenía su mano antes que la llevara contra su cuerpo -Me sorprendí, no sabía nada de que un nuevo vecino llegara, ¿puedo ayudarte en algo?- balbuceé tratando de mantener la compostura.
-¡Hola! Soy- Miranda hizo su aparición quedando al igual o más que yo con la boca abierta al verlo –Miranda- culminó pasando su mano con el coqueteo que la caracterizaba.
-Jake, mucho gusto, las dos- volvió a decir con una sonrisa en los labios.
Nos comentó que se había mudado pero había extraviado las copias de las llaves y necesitaba el número del conserje para poder abrir su apartamento y sacar las originales que había olvidado dentro.
-¡Sólo a ti se te ocurre dejar las originales dentro!- reía con su característica soltura.
Rascando su nuca parecía aún más un niño enfrascado en el cuerpo de un hombre, los dejé a ambos hablando en la sala mientras llamaba a George, el conserje, teníamos bastante confianza con el "anciano" como me gustaba llamarlo, era un hombre moreno de unos cuarenta y tantos años. Al volver a la sala vi como Miranda se dedicaba a coquetear con la delicadeza que le imprimía tanto que creía que solamente yo era capaz de verla. Mejor así, nada bueno saldría de eso para mí.
-¿Alexa?- oí decir a Jake quien me observaba detenidamente.
Debía de haberme quedado viéndolos por varios minutos sin decir palabra y sumida en mis pensamientos ya que ambos quedando esperando una respuesta de mi parte.
-¿Sí?- dije dudando.
-¿Estás bien?- continuó diciendo Jake levantándose de su lugar para acercarse hasta mí.
-¿Alexa?- dijo Miranda volviéndose hacia mí.
Sentí la mano de Jake posándose en mi frente a modo de controlar la temperatura, mis mejillas ardían, pero fiebre no era el motivo de mi rubor.
-Sí, lo siento- dije apartándome de Jake lentamente -Logré comunicarme con George, me dijo dónde quedan las copias en su oficina, ya regreso-
Siquiera giré para ver sus rostros, de seguro y estarían sorprendidos o quien sabe que expresión tendrían, esto era malo. No estaba preparada para sentir algo así, no era mi propósito o meta de venir tan lejos de mi familia, quería trabajar, ganar dinero y regresar para independizarme económicamente.
-No Alexa, desecha la idea- dije deslizándome contra la fría pared metálica del ascensor.
Llegué hasta la oficina de George y tan cliché pero tan como él, la copia de la llave de su oficina estaba bajo la maceta que permanecía en una esquina de la entrada al edificio. Entré y busqué el tablero de las llaves, pero.
-Genial Alexa, corriste sin saber qué número de ap-
-El número 203- susurró cerca de mi oído.
Di un salto del susto al sentirlo tan cerca, en qué momento había llegado, parecía un fantasma. Mi corazón quería salir fuera del pecho, temblaba más de los nervios provocados por Jake que por el susto que me había dado. Llevaba escrita la palabra peligro en su frente y yo me había olvidado como leer.
-Número- dije buscando en el tablero.
-203- contestó colocando su mano sobre la mía.
Mi cuerpo se tensó con su contacto, me sentí ruborizar nuevamente cuando me volteó hacia él lentamente quedando a nada el rostro de él y el mío. Su respiración, sus ojos azules, aquellos labios formando esa sonrisa pícara que invitaba a besarlos de la manera más deliciosa posible. Dios mío Alexa, cálmate.
-Tú lo quieres y yo lo deseo, ¿por qué resistirse?- dijo tomándome de la cintura y acercando más su cuerpo al mío.
Y no me resistí, él tenía razón, yo lo quería y el deseo en su forma de besarme era latente, pero era malo, lo sabía, me arrepentiría. Pero aun así. Lo probaría.
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Aprendiendo a vivir
General FictionCada uno de nosotros reacciona de distinta manera a los estímulos que nos brinda el mundo. Cada persona tiene emociones diferentes, lo que puede ser el fin del mundo para uno puede ser el inicio de algo mejor para otro. Eso es lo que está aprendien...