—¿Qué quieres de comer para mañana, Yung? —preguntó Souya amablemente.
—Uhmm, ¡El pescado frito que hace mamá! —exclamó con emoción.
—Pero a tu papá le toca cocinar mañana —reí mientras salía de la cocina secando mis manos.
Realmente en la casa yo no era la que hacía la comida, la mayoría de platillos que sabía hacer eran tradicionales del país donde vivía antes, Argentina. No me había dado el tiempo ni la atención para aprender a hacer comidas tradicionales de Japón, así que de esa labor se encargaba Souya. Además, comer las delicias que cocina es un deleite de todos los días.
—¡Por favor, realmente quiero comer ese pescado! —rogó haciendo un puchero.
—Lo admito, también quiero comer eso —alabó Souya— no le vas a decir que no al futuro cumpleañero, ¿Verdad?
Que manipuladores, ambos mirándome con esa dulce expresión, ¡Estaba claro que la que perdería sería yo! Chillé de ternura durante unos segundos y finalmente suspiré derrotada.
—Lo que quiera mi niño —dije mientras besaba la frente de Yung.
Y así fue que al día siguiente tuve que levantarme temprano a comenzar a cocinar. Ese platillo no era mucha ciencia, si era honesta, ¡A mí también me encanta! Recuerdo siempre pedirle eso a mi mamá. El plato trataba de un pescado cortado en trozos, preparado para pasar por pan como si fuera una milanesa y frito junto a papas fritas y arroz, todo un manjar si me lo preguntan.
Hacer esa comida me trajo tantos recuerdos que no pude evitar sonreír con nostalgia al recordar a mi mamá sirviéndome este maravilloso platillo el día de mi cumpleaños. Si bien, nunca disfruté de tal día como si fuera uno especial, estos pequeños detalles me recordaban lo mucho que mi madre me amaba.
—Ya está lista la mesa —interrumpió Souya en mi viaje al pasado— ¿Pasa algo? —preguntó mientras me abrazaba por la espalda.
—No, nada —sonreí dulcemente— solo recordaba algo.
—Algo bueno espero.
—Sí, muy bueno —susurré.
Yung poco tiempo después bajó corriendo las escaleras para adentrarse a la cocina y robar algunas papas fritas de la bandeja.
—Hey —regañé— si quieres comer, tienes que pasar a la mesa —hablé para después darle una servilleta así limpiara sus manos.
—¡Voy!
Comimos y le cantamos el feliz cumpleaños a Yung. El pastel lo había hecho yo con los sabores favoritos de él, chocolate, crema, frutillas y el ingrediente secreto... Dulce de leche.
Después de todo lo que había sucedido con Kisaki, no podía dejar que Souya me mantenga y se ocupe de los gastos del hogar, así que con mucho esfuerzo logré abrir una pastelería. Siempre había sido mi sueño abrir una, pero no sabía hornear ni un bizcochuelo sin que se me queme... ¡Pero afortunadamente todo se puede lograr aquí!
Yung se quedó un momento mirando la vela de su pastel y finalmente la sopló. Quizás él y su padre habían planeado esas intenciones que el inocente niño me confesaría después.
—¿Qué pediste? —preguntó Souya.
—No lo puede decir —interrumpí.
—¡Pedí un hermanito!
Casi inmediatamente volteé a mirar a Souya quien reía a lo bajo con una sonrisa de complicidad hacia el menor.
—¿Un hermanito, eh? Pero no debes revelar tus deseos o no se harán realidad.
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Nunca te olvidaré.
RandomKisaki y Hyung son mejores amigos de la infancia, pero todo aquello se vio afectado porque el amor se interpuso. Aceptando su cruel rechazo, Hyung decidió continuar con su vida, el dolor no le duró mucho ya que pronto conocería a la persona que esta...