3-Mis tres Minions

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Vale, ¿Os acordáis de la primera vez que crucé estos pasillos?¿Si?¿No? Bueno, da igual.

El caso es que cuando entré a las instalaciones , todo estaba complétamente vacío y silencioso.Ahora, en cambio, si hay (como los suele o bueno, como nos suele llamar la rubia a todos nosotros) alumnos, todos vestidos con mono verdes y zapatos negros. Me extraña mucho el hecho de que tengan tanta libertad, es decir, ¿los guardias de las instalaciones se fían tanto de ellos como para no colocarles unos grilletes o estar detrás de ellos?¿Se fían de que no cometan una locura?

Porque haber, yo no tengo ningún problema ni nada o por lo menos eso creo. Yo no hice nada para atentar con mi persona y si fue así, no sé qué demonios estaba pensando cuando lo hice, pero el caso es que si de verdad estuviese mal y tuviesen que internarme en este sitio por intentar atentar contra mi vida, mínimo querría que me vigilasen o que me informasen de cual sería mi problema y como solucionarlo. Pero aquí parece que esto no funciona igual, parece que todos los alumnos pasan de largo unos de otros o algunos simplemente conversan con los otros como si fuesen amigos del alma y estuviesen volviendo a casa tras un gran día de instituto.

Esto es... raro.

Rosa me cuenta que los alumnos de la primera planta del edificio son los más inofensivos, son los que han intentado hacer algo contra su persona o simplemente han hecho algo mal y el psicólogo les está ayudando a conocer sus errores y a saber si necesitan ingresar en la segunda planta o quedarse en la primera, según el caso.

Los de la segunda planta van diferenciados de la primera por sus monos amarillentos y éstos deben ir siempre acompañados de un guardia o dos como mínimo.
Y bueno, los de la tercera planta pasan prácticamente todos sus días y todas sus horas dentro de sus habitaciones y no salen prácticamente para nada.

Según Rosa, es mejor no subir nunca a la tercera planta porque nadie sabe nunca con lo que te saldrán los tipos que están encerrados pero como tampoco tengo intencion de subir a la tercera planta.... Me da igual.

Atravesamos las puertas de la cafetería para encontrarnos con todas las mesas vacías y llenas de restos de comida que las limpiadoras están limpiando en estos momentos. Una de ellas se gira hacia nosotras cuando nos escucha llegar y nos dice:

-Chicas, la hora del almuerzo se ha acabado. -informa.-Ya no hay nada.

Y sin más vuelve a su atención a la mesa sucia que anteriormente estaba limpiando.

Rosa se gira hacia mi y se encoge de hombros.

-Pues nada, sólo nos queda salir afuera hasta que comiencen los talleres. -y se encamina a las puertas de la cafetería que conducen al césped que anteriormente he visto desde fuera.

En cuanto salimos, la brisa cálida y suave de primavera impacta contra mi piel en una sensación que percibo como libertad aunque no sea así ni de lejos porque al final del césped veo las rejas que me separan de mi libertad pero bueno.

Por el césped hay gente, de hecho, creo que es la primera vez que veo a tantos internos juntos. Deben de haber por lo menos cincuenta aproximadamente esparcidos por todo el césped. Hay algunos que están tirados en mitad del césped, otros están sentados en algunas de las esquinas y... madre mía.

No me había dado cuenta de que en cuanto pusimos un pie en el césped, todo el mundo se había girado para mirarnos, incluidos los que estaban más lejos. Lo que me hace pensar que ya sabrán lo de mi llegada y de que ahora mismo estarán pensando: carne fresca.... como dijo Jefrey.

Porque no sé porque me imagino éste sitio como una carnicería cuando todo parece estar perfectamente colocado y distribuido para que no haya ni errores ni accidentes. Sin embargo, no puedo...

El psiquiátrico de las libertades (en proceso) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora