4. Me esperaba una bronca o algo.

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Cuando cometes un error, esperas que el resto te recrimine aquello que hiciste mal. Pero en su lugar, silencio.

Y no pude sentirme peor. Esperaba que me gritaran, que se me recriminaran mis actos o que se me juzgara con crudeza...es lo que esperaba. Puede que me hubiera sentido mejor. Probablemente.

Pero en su lugar, un silencio sepulcral. Tan profundo, que podía escuchar los latidos de mi corazón, en uno de los asientos traseros del coche.

Volvíamos a la playa. Bien, pues sentí una sensación desgarradora. Es esa sensación que no puede describirse con palabras. Visualmente, es el momento en que tus ojos se llenan de dolor. Un dolor tan intenso, que nubla tu mirada y te hace parecer otra persona.

Me bañé en el mar y me zambullí entre las olas. Recuerdo la vehemencia con que el viento las agitaba. Podía notar la intensa fuerza del mar ante mi insignificante cuerpo que yacía tumbado sobre su superficie, flotando de un lado a otro, como un bote a la deriva.

Así, me sentía. Mejor dicho, así, no me sentía. No me sentía con fuerza para nadar a contracorriente. Era lo mejor, abandonarme a la suerte del mar. 

En ese momento sentí la necesidad de desaparecer. Al fin y al cabo, todo el mundo pensamos en qué momento moriremos y si sería doloroso o no. Pero por aquel entonces, mi existencia me provocaba más sufrimiento que mi ausencia en el mar de la vida, en el que yo, tan sólo, me sentía una pequeña tortuga marina, destinada a nunca llegar a la orilla.

Un millón de cartas para ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora