8. Tatuajes

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Siempre me han gustado los chicos con tatuajes, supongo que porque los tatuajes cuentan historias en nuestra piel. 

La piel. Mi madre los critica enormemente por el hecho de que, según dice ella, la piel sufre o no respira. Tal es su obcecada idea contra el mundo de las tintas, que ese verano me convenció con la idea de eliminarlos de mi piel. 

Ese verano, simplemente necesitaba la aprobación de alguien, su apoyo...aunque fuera en algo tan banal, como en dibujos sobre mi piel.

Aparte de ser el láser el dolor físico más fuerte que he sentido en mi vida, sentía que se borraban esas historias escritas en mi piel. Sobre todo, se borraba el recuerdo de las personas que se encontraban detrás de esas mismas historias.

Al fin y al cabo, si me lo tatué fue por una razón. Que esa razón fuera importante en ese momento valía la pena, aunque ahora esa razón no la entendiera o me avergonzara.

Recuerdo el momento que más dolor sentí en mi vida. No fue ese verano. Fue cuando se rompió el lazo que me unía contigo, invisible y creí que para ti inexistente. Pero con el tiempo, supe que tú también lo sentiste. Sentiste algo tan bonito, tan lleno de luz...que quitaba toda la importancia a la oscuridad en el que uno se sumerge en el día a día.

En ese momento, toqué mi pecho y sentí que mi corazón estaba llorando. Lloraba tan fuerte que era imposible ignorar el llanto. Y tuve tantas ganas de tatuarme el cuerpo entero. Pienso que fue por dolor, para plasmarlo en mi piel. Porque pensé que no volvería a sentirlo, a sentir a mi corazón dejar de llorar, dejar de escuchar ese quejido que me atormentaba por dentro.

Y no sé, si fue el destino, el tiempo o la suerte; pero volví a sentirlo, volví a sentirlo contigo. Y no necesitaba sentirlo con nadie más que no fuera contigo.

Un millón de cartas para ti.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora