xv. tempus fugit.

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XV
tempus fugit
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*tempus fugit, el tiempo vuela

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*tempus fugit, el tiempo vuela.

Todo parece muy lejano hasta que el tiempo se agota.

Harvey Omega, consolándose con la ilusa experiencia de un niño, confiaba en que su secreto permaneciese oculto entre las cuatro paredes de la casa de la familia Kensington.

Pero todo era cuestión de tiempo.

Sólo habían pasado unas semanas desde lo ocurrido; sin embargo, para Harvey todo había sido hace unos días.

Ahora disfrutaba de una fugaz tranquilidad desde el sofá, acurrucado y jugando a un videojuego. La casa estaba en silencio sin la presencia de su hermana. Agradeciendo que su turno terminase más tarde de lo habitual, continuó mirando la pantalla. Echó un breve vistazo en dirección a la habitación de su madre que, por lo que sabía, estaba enferma.

La oscuridad estaba al acecho, las estrellas la embellecían y Harvey se evadía mirando el televisor. Era algo que necesitaba.

A pesar de esconderse bajo la intrépida y fuerte parte de su ser, no podía negar que la otra parte de él era incapaz de fingir que estaba bien. Ya fuera de noche o de día, le resultaba imposible no asomar la cabeza por la ventana de su habitación y encontrarse con la casa de los Kensington a unos metros.

De pronto era capaz de sentirlo todo.

Un único pestañeo era suficiente para volver a sentir un escalofrío recorriendo su espalda, el frío rodeando su cuerpo o el sonido que hacían sus pasos al caminar por los pasillos. Recordaba las fotos enmarcadas en los estantes, y los pomos de los cajones; también la sangre.

Harvey movió sus dedos con rapidez sobre los controles del mando. Quería silenciar sus pensamientos.

Había escuchado algo, pero no quería atender. El timbre había sonado.

Los avatares continuaban moviéndose por la pantalla, y el familiar ding-dong se repitió un par de veces. Entonces Harvey levantó la cabeza y se pasó una mano por el pelo antes de levantarse con pereza.

Quizás Cassandra había terminado ya y no tenía sus llaves.

Nada más abrir, una húmeda brisa de verano se adhirió a su piel. El cielo se teñía de un azulado y oscuro tono, pero no podía creer lo que estaba viendo.

No era una situación especialmente extraña, pero sí era de esas escenas que nunca esperabas presenciar.

Cassius Hart apareció detrás de la puerta.

El asombro recorrió el rostro de Harvey. Le dedicó una mirada de ojos entrecerrados, con el ceño fruncido.

Era tarde y el pelirrojo seguía vistiendo una camisa.

La infinitud de las olasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora