1978
La primera vez que había entrado al cementerio había pisado la tumba de una anciana fallecida hace ya varias décadas. Claro está, sin haber sido este un acto intencionado. Pero Gilbert, incluso en la actualidad, seguía pensando en este accidente como, tal vez, una condena. De no haber puesto pie sobre un muerto, probablemente enfureciéndolo en el mas allá, ¿sería igual su presente como sereno del cementerio del pueblo una realidad? ¿era esta la forma que había maquinado la difunta para castigarlo por sus ofensas y pecados, que de seguro escasos no eran? En una jornada laboral cualquiera, estos y muchos mas pensamientos supersticiosos terminaban por aflorar en la mente de Gilbert, involuntariamente. Y seguían. ¿Y si no se trataba de una condena? ¿Sino más bien de una premonición? ¿Seguía siendo una pena que estaba pagando o se erradicaba la idea de castigo?El pueblo tenía un solo cementerio, ubicado ya casi en las afueras del municipio. Gilbert sabía también de la existencia de un cementerio de mascotas, pero desconocía su paradero exacto y dudaba ampliamente de que siguiera vigente o si quiera recibiera el mantenimiento necesario. De ser esto cierto no sería sorpresa alguna, pues morirse es caro. Morir y querer prevalecer a modo de memorial es muy caro. Y después de todo, por mas amor que se le tenga a un perro, un gato, o una gallina en su extensión; ¿quién esta dispuesto a poner tanto dinero en algo que no genera nada, pues ya no volverá? Un entierro no termina ahí; equivale a tener que pagar precios descabellados durante el resto de las vidas de los que no tuvieron la, irónicamente llamada, desgracia de abandonar el plano de la vida en tierra. Lo único eterno de un entierro eran las cuotas que venían después. Gilbert lo sabía mejor que nadie, había sido su propio padre el que había pronunciado aquellas palabras casi que tatuadas en su mente desde que estaba en busca de una vocación: "Lo que nunca va a terminar de haber son muertos; y ahí es donde siempre tendrás trabajo asegurado". Claro que en su momento el viejo se refería coloquialmente a la medicina, no a ser el pobre sereno de un cementerio. Pensándolo mejor, ¿no había sido esa otra premonición?
Poco menos de tres hectáreas eran las que ocupaban como permanente hotel de descanso los fallecidos de la zona. O al menos así lo pensaba frívolamente el albino, quien consideraba mantener su mente en sintonía con un poco de ironía y uno que otro chiste de mal gusto como un mecanismo bastante eficiente para sobrellevar el día a día en ese lugar. El espacio era bastante reducido en comparación a otros cementerios que había tenido la oportunidad de visitar, que tampoco habían sido mas de dos o tres, pero al menos en un principio parecía suficiente para la relativamente escasa cantidad de habitantes que allí residían. Además, era un sector muy reducido aquel que podía permitirse enterrar a un pariente fallecido, por mas cruda que suene la idea. Muchos optaban por un entierro casero al borde de la carretera. Gilbert lo había visto desde que era pequeño en cada ocasión que viajaba por la ruta, múltiples memoriales con nada mas que una vasta Vera Cruz despintada. Nunca fue consciente de si realmente eran cadáveres en descomposición los que yacían debajo de tan sencillas presentaciones o simples lugares de reminiscencia para los que no tenían optativa.
Pese a todo, era cierto que en los últimos años, o tal vez décadas, el terreno parecía achicarse cada vez mas, los muertos no paraban de llegar y quedaban pocos lugares libres, amontonando cada vez mas a los llegados en donde cupieran, a pedidos de sus patrones. "Ubíquenlos donde entren". Entre los fallecidos que mas tiempo llevaban ahí, tener que arreglárselas para meter a un reciente difunto entre medio era algo con tintes perturbadores. Gilbert lo sentía casi como una falta de respeto y cuando se dejaba llevar sentía involuntariamente que cada muerto al que ofendiera ya estaría complotando en su contra desde el mas allá. Todo a pedido de los jefes. Más tumbas, más cupos, más dinero rondando la zona. Todo a favor del beneficiado.
Al fin y al cabo su padre tenia razón. La muerte, los muertos, era todo un negocio. Pero en su posición no se veía mas beneficiado que un simple portero. Si el estuviera al mando, la cosa seria distinta.
ESTÁS LEYENDO
lilas que crecen sobre tumbas - pruaus
Hayran KurguGilbert piensa mucho, al contrario de lo que suelen creer los demás. Piensa mucho en su trabajo. Piensa y repiensa en el tener que mantener un ojo por sobre los muertos a toda hora; que ya de por si es algo bastante arduo. Por esto es que también pi...