09🍷El dragón de agua

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    LA MUERTE TENÍA UN OLOR CARACTERTISTICO, era fétido y se tornaba insoportable rápidamente -hasta que te acostumbras, Raelon terminó haciéndolo. Ahora era pútrido, pero soportable-, debido al calor de la región, por lo que los campos se inundaban con él y cada minuto que pasaba entre el jardín de cadáveres, el príncipe sólo deseaba irse a casa.

     Y hablaba de Volantis, no de Desembarco del Rey. La Fortaleza Roja era cada vez más un espejismo al que no le interesaba regresar, por ahora. No quería lidiar con una guerra invisible cuando había una real, una de la que podía defenderse ahora mismo. Le gustaba la política, viéndola como un juego entretenido, pero para la que no tenía la paciencia.

     —Aún—le había dicho su tía Saera al poner sus manos en sus hombros—. Aún eres joven, tendrás tiempo para aprender y sino, la vida te forzará a hacerlo. Te recomiendo que pongas de tu parte.

    Había dudado, creyendo que la guerra era una solución rápida, pero ahora, con sangre en sus manos, ya no lo veía de la misma forma. El levantar ejércitos era una tarea fácil, comandarlos, no tanto y mantenerlos, era una tarea sólo digan de un bendecido por Tyraxes, diosa de la guerra estratégica.

    Raelon, claramente no lo era y ese pensamiento lo hizo reír por lo bajo con amargura mientras veía la cabeza de Khal Zinemmo clavada en una lanza a su lado. Estaba en la entrada este de la ciudad, verificando toda la recolección de cuerpos, tanto enemigos como volantinos, todos eran apilados de lados diferentes por montones que los elefantes arrastraban por carretas o lonas.

    Las moscas tenían un zumbido molesto y Raelon había intentado matar un par, maldiciendo por lo bajo, porque no tenían cuerpos más grandes para poder verlos con claridad. Suspiró, sintiendo cada hueso del cuerpo agotado. La sangre seca se adhería a su piel y armadura, pero al menos calmaba un poco el olor a podredumbre, remplazándolo por el metálico. Su nariz había dejado de sangrar, pero estaba rota. Hace una hora que un maestre la había enderezado, así como atendido el corte cerca de su hombro, que vendó y algunos menores de su cara, tratándolos con un ungüento y una poción qohorik.

    —¡Bendita, Meleys, estás vivo, primo! —la figura de Thoran apareció al tiempo que Raelon reprimía un gemido al levantarse para recibir un fuerte abrazo, que al menos, le sacó una mueca, pero no pudo culpar a triarca. Su última conversación no fue la mejor y aunque no se arrepentía de sus palabras, el peso había repiqueteado en sus oídos los últimos días, lo suficiente para hacerlo lamentar sí esa fue la última vez que se vieran.

    Raelon había prometido a Tyraxes, que sí le daba su sabiduría para vencer, también buscaría habilidad e inteligencia para sanar sus relaciones con quienes le rodeaban, aquellos a los que de verdad le importaba, porque... oh, la guerra te lleva a rincones oscuros, pero ver de cerca a la muerte, te hace revaluar la vida que has tenido y el príncipe se encontró en un punto crítico con su familia en Poniente.

SWEET NOTHING ─── Rhaena TargaryenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora