LA MANSIÓN ESTABA INCREIBLEMENTE SILENCIOSA PARA SUS ESTANDARES con todos afuera en las calles, tanto esclavos como señores, celebrando el último día de campaña para las elecciones de los nuevos triarcas de Volantis. Durante diez días, Volantis se había llenado de marchas de antorchas, discursos, mimos, juglares y bailarines, bravos que se baten en duelo por el honor de sus candidatos y elefantes con los nombres de los aspirantes a triarcas pintados en los costados.
Raelon y Drazenko habían dejado la caravana que salía hacia Cisjordania para volver a casa después de que sus pies no aguantaran más bailes en la Guarida de los Tigres y sus estómagos rebosaran de comida en su paso por el lujoso Salón de los Elefantes; el príncipe juraba que vomitaría sí volvía a ver un pedazo de dedos de miel tyroshi por todos con los que se había atragantado esa noche.
Ni siquiera fueron capaces de llegar a sus cuartos, ante la falta de gente, Raelon y Drazenko se habían dejado caer descuidadamente en el patio exterior, dónde las luces de las antorchas bailaban sobre sus rostros debido a las multitudes que pasaban con gritos eufóricos o cantando al son de las flautas largas, cascabeles y tambores. Incluso Ser Erryk había sido despedido por esa noche, Raelon sólo lo había visto afilando su espada cuando miraba de reojo hacia la entrada al interior de la mansión.
Y a pesar de toda la exaltación por el nuevo año, las verdaderas protagonistas parecían ser las estrellas con su brillo singular en los cielos bajo sus cabezas. Raelon no sabía si era por el par de copas de vino fuerte lyseno que Drazenko y él habían apostado a beber cuando las cambiaron sin que su tía se diera cuenta -aunque lo dudaba, Saera parecía tener ojos en la espalda, pero Raelon no dudaría que a ella no le importaba que se emborrachara un poco, seguramente pensando que si vomitaba, eso le daría una lección-, pero juraba que la noche parecía una cúpula y sus cuerpos celestes, los más hermosos frescos con los que ni los del Septo Estrellado podrían competir.
Tan únicos e inalcanzables, pero a pesar de eso, parecían lo contrario... Ah, tan cerca que Raelon estiró su mano intentando tocar uno, peor fue en vano, por lo que soltó una carcajada que hizo a Drazenko abrir uno de sus ojos con curiosidad. Su amigo mayor se había estado quedando con ellos desde hace dos años bajo la excusa de que su hermano quería que aprendiera más de Volantis, con la idea de abrir una sucursal del banco Rogare en Volantis, aunque ambos aprovecharían ese tiempo para llenar sus vacíos fraternales.
A veces, Raelon podía sentir la presencia de Drazenko tan reparadora, como si Aegon jamás se hubiera ido, pero nunca se atrevería a fingir lo contrario. Nadie podía remplazar a su otra mitad.
—Por más que me gusten estos jolgorios, me alegra que mañana se terminen... no quisiera estar atrapado más de una hora en el sol para subir al barco—el rubio compartió estirando sus largas extremidades, tenía quince, pero ya había tenido un nuevo estirón y por supuesto, era más alto que Raelon, quien sólo le llegaba a la mitad del brazo.
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SWEET NOTHING ─── Rhaena Targaryen
Fiksi PenggemarSN | ❝ ¿Volar? Pero si los dragones también nadan para danzar. ❞ Raelon Targaryen encontraba divertido ser el gemelo del príncipe Aegon, pero aún más, que su madre hubiera decidido mandarlo al otro lado del mar y dejarlo en manos de su infame tí...