AURORA, ESTOY AQUÍ y no volveré a desaparecer...
Se esperaba que cuando un huevo de dragón fuera puesto en la cuna, eclosionara conforme a las lunas del bebé para que jinete y montura crecieran juntos, formando el vínculo irrompible que incluso sobrepasaba a la muerte, ya que se tenía la creencia de que cuando el jinete moría, el dragón sólo se dejaría montar por alguien que tuviera un espíritu similar a su primer cabalgador.
Al menos eso habían escrito los escribas sobre los señores dragón en sus libros del Feudo Franco Valyrio, que Raelon había estado leyendo en la biblioteca de Marea Alta, pues la Serpiente Marina había recuperado toda clase de artefactos relacionados con su ascendencia perdida en sus numerosos viajes; Rhaena a pesar de ello, le aseguró que Rocadragón tenía volúmenes incluso más antiguos, una parte de Raelon se lamentó no poder leerlos nunca.
Y sin embargo, los conocimientos impresos en un rancio papel nunca superarían los de la experiencia humana.
—Aurora, tú eres mi sol de la mañana—Rhaena cantaba para el huevo de escamas rosadas al pie de las llamas de la chimenea, era el mismo que había estado llevando con ella sus catorce años de vida y Raelon admiraba su persistencia, aunque como la mayoría, dudaba que eclosionara, pero tampoco quería romperle las mínimas de sus esperanzas a Rhaena.
—¿Nunca has pensado que sería mejor reclamar un dragón?—Raelon preguntó desde su asiento, mirando la sala a su alrededor. Había estado dos semanas en la isla bajo la mirada crítica de la princesa Rhaenys, pero sin incidentes, ya que la mayoría de los días estaba fuera de su vista, ya fuera en la playa, la biblioteca o en la antesala de la torre de las habitaciones donde estaban ahora.
Le resultaba curioso al príncipe sin dragón cómo entre la apacible tranquilidad, aún podía sentir los rastros de la riña que se había llevado las infancias de sus sobrinos y hermanos, justo en el mismo lugar dónde él ahora estaba sentado. A veces se imaginaba el escenario.
—Mi padre no me lo permitiría—Rhaena le dijo aún de espaldas con su mirada fija en el fuego, sin duda agradeciendo la suave alfombra de piel de oso; su abuelo la había puesto ahí luego de notar cuántas horas pasaba frente a la chimenea en sus vistas.
—Cualquiera pensaría que está desesperado de comprobar que la pureza de tu sangre prueba un punto sobre el control de los dragones—el castaño no puedo evitar sonar acusador, sus heridas habían mejorado un poco, ya caminaba sin ayuda aunque le doliera un infierno, pero su orgullo seguía herido y a veces navegaba con moral baja sino es que llegaba a sus puntos coléricos cuando pasaba horas encerrado en su habitación o con los pies metidos en el agua salada, deseando volver con sus hijos para probarles que aún era su héroe.
—Él ya da por hecho que los dragones no son para mí y no quiere arriesgarse a que me hagan daño si bajo a Montedragón—explicó Rhaena, sintiendo de nuevo esa espina por defender a su padre a pesar de todo, ella no podía evitar buscar el lado racional de las personas... su mejor parte.
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SWEET NOTHING ─── Rhaena Targaryen
FanficSN | ❝ ¿Volar? Pero si los dragones también nadan para danzar. ❞ Raelon Targaryen encontraba divertido ser el gemelo del príncipe Aegon, pero aún más, que su madre hubiera decidido mandarlo al otro lado del mar y dejarlo en manos de su infame tí...