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Al salir del baño, vestida con una remera gris oscura y unos pantalones negros bastante holgados, con los hombros algo mojados por lo húmedo de sus cabellos, Wednesday fue hacia la cocina, viendo que Tyler no estaba en el dormitorio.
-¿tyler? -preguntó, viendo a el castaño rojizo, de espaldas a ella, sosteniéndose con fuerza de la encimera de la cocina.
-No tomaste los supresores -dijo.
Wednesday no contestó, no sabía qué le estaba pasando a Tyler.
Tyler giró un poco el rostro para mirarla de reojo.
-Wednesday, ¿Sabes que acabas de entrar en celo?
Wednesday se sorprendió un poco, se le había olvidado completamente el tema de su celo, al punto de ignorar el por ahora leve dolor en la parte baja de su abdomen, había estado muy ocupada sintiéndose mal emocionalmente como para pensar en eso.
-Tu olor me está volviendo loco, Wednesday, vé a tomártelos -se notaba que Tyler estaba apretado sus dientes.
Wednesday reaccionó y fue hasta el cuarto, donde, sobre el escritorio, descansaba la cajita con los supresores.
Decidió no volver a la cocina por agua, y en cambio fue al baño, haciendo un cuenco con la manos para tragar la pastilla.
Luego, con precaución, se asomó de nuevo en la cocina, entra vez, para ver a Tyler preparar algo de comida.
Tyler sintió el olor de Wednesday de nuevo, volteando a verla.
-Ya los tomé -dijo la omega, antes de que el otro lo preguntara.
-Supongo que tardará un rato en hacer efecto -dijo el mayor, con un suspiro -Siéntate, que aún debes comer.
Tyler le sirvió una generosa ración de arroz, y Wednesday sabía que no la dejaría irse hasta terminarlo todo.
Un poco alejada, Tyler intentaba distraerse del olor de la omega.
Antes, en el baño, cuando Wednesday había salido de bañera, Tyler había visto demasiado bien su cuerpo, sumado a que su aroma dulce, de manzanas y caramelo, se había hecho más fuerte, aunque quizás era maximizando por el hecho de que el olor a tristeza de antes se había ido, dejando el dulzón.
Pero Tyler no podía olvidar de las ganas enormes que tuvo de besar a la omega, y algo más.
Se preguntó si quizás, cuando decidió hacerle caso a su lobo, se había dejado llevar bastante, doblegandose al punto de hasta llegar a bañar a la menor, todo porque en su pecho, sentía la necesidad de mimarla, y cuidarla como no lo había hecho antes.
Y ahora, a pesar que estaba un poco más calmada, y que el olor de Wednesday también, sentía la necesidad de salir corriendo de aquel lugar.
Pero no podía hacerle eso a Wednesday ya bastante le había afectado al irse la noche anterior.