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— ¿Mis hijos? ¿Te has vuelto loco? — preguntó con bastante enojo Kirishima

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— ¿Mis hijos? ¿Te has vuelto loco? — preguntó con bastante enojo Kirishima

— ¿Estas bromeando? ¡Tú fuiste quien respondió esa llamada!

— Eso no es excusa Bakugou — se dirigió a la sala de espera — Sra. Harrington

Llamó a su primer paciente del día, una albina de pelo corto que leía cómodamente una revista de farándula, que al escuchar su nombre bajó la revista dejando ver la razón de porqué estaba en el consultorio del cirujano Bakugou. A la mujer se le explotó uno de sus implantes.

— El doctor está listo — dios santo, ¿qué acaso tendría un día relajado donde las circunstancias no ameritaban reírse hasta que el estómago le doliese?

A veces pensaba que trabajar en aquel consultorio era una secuela de cortos cómicos; cada día se presentaba un nuevo paciente con una historia para reírse o un problema irónico que arreglar.

— No puedo creer que estemos haciendo todo esto por un revolcón — se dirigió a la habitación previamente preparada — Eres asqueroso y patético

— No voy a hacerlo solo por un revolcón, ya estoy cansado de esa rutina — lavaron sus manos y colocaron sus guantes de látex — Y quiero seguir teniendo eso, estoy en pro de tener sexo — miró a la señora Harrington confundida por la conversación — Tome asiento y quítese la blusa

Obediente la mujer hizo lo ordenado por el cirujano sin rechistar.

— ¿Y ese aroma? ¿Lo percibes? — arrugó su nariz poniendo atención a su sentido — Huele a perfume

El pelirrojo se mantuvo sin decir nada siguiendo con su trabajo ignorando las preguntas demandantes del mayor, pero sus pupilas danzando en sus orbes lo delató.

— No me digas que eres tú — sorprendió a su asistente

— ¿Tal vez?

— ¿Tienes una cita o algo?

Preguntó burlesco; no lo admitiría, menos a Eijiro, pero desde que hubo un cambio en su físico, su actitud también sufrió alteraciones. El retraído y siempre cansado doncel desapareció junto a ese espantoso cabello sombrío, siendo remplazado por una personalidad más fresca y divertida. Su cambio no fue para mal, hasta Bakugou lo disfrutaba; ver como las falsas sonrisas se convertían en carcajadas de alegría. Nunca había visto a Kirishima ser tan libre, cuidando de sí mismo.

No como la insufrible actitud de la otra noche.

— No es una cita — aclaró — Es un almuerzo

Sin saber por qué los vellos del rubio se crisparon, bajando desde su nuca extendiéndose en toda la columna vertebral. Quizá no imaginaba a su amargado compañero en una cita con alguien que no fuera Kaminari o sus hijos.

— ¿Un almuerzo? ¿Con quién?

— Mi vida personal fuera del consultorio no es de tu incumbencia, Blasty — espetó agarrando su cabello en una coleta

Un esposo de mentira [Bakushima]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora