Capítulo XI (Oro puro)

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P.O.V. Diana: 

Me encuentro con él en la cocina, mirándolo con atención en sus movimientos. Entre beso y caricias, la noche llegó y la hora de cocinar también. 

Mordí mis labios, su camisa arremangada y sus manos me causaban una obsesión, aparte de que notaba que poseía una buena habilidad para la cocina. 

Su concentración en lo que hacía me daba paso a admirarlo sin recibir algún cuestionamiento, la masa de la pasta estaba casi hecha, y lo que realmente interesaba era la salsa, la cual tendría ese toque especial de sangre. 

Todo el proceso lleva tiempo, pero aprendí mucho de él y también algunos consejos para que quede más delicioso. 

No soy una experta en cocina y lo admito, apenas he cocinado en mi vida, no es mi fuerte... 

—¿Qué estuviste haciendo hoy mientras no estuve? —preguntó rompiendo el silencio. 

—Bueno... Me metí a la piscina y luego me tomé una ducha —respondí. 

Omití la parte donde recorrí toda la mansión y cada una de las habitaciones, incluida la suya. 

—Algo me dice que me estas mintiendo, Diana —me miró de reojo —¿Solo eso hiciste? 

—Sí, soy capaz de estar muchas horas en la piscina —exclamé firme y sonrió de lado. 

¿Me habrá creído? 

—Eres hermosa, puedo escuchar tu corazón acelerarse cada vez que me mientes —comentó —Tengo un oído bastante afinado, y extrañamente me gusta más desde que te conocí. 

Alcé una ceja ante su comentario, no sabía si sentirme agradecida por su cumplido o preocupada porque me atrapó mintiendo. 

Independientemente de todo eso, eran ese tipo de palabras que me harían ruborizar si fuera humana, pero en este caso solo sonreí atontada. 

—¿Por qué te gusta más desde que me conoces? —ladeé mi cabeza y me acerqué a él para provocarlo un poco, hasta que vi que sus manos estaban repletas de harina. 

Dejó de amasar y me miró esperando a que me acerque aún más a él, pero me detuve. 

—¡No vas a tocarme con esas manos llenas de harina! —lo señalé amenazante y solté una risa. 

—¿Quieres apostar? —siguió mi juego sonriente y sus pupilas se dilataron mostrando suma atención a mi cuerpo, como un león a punto de cazar a su presa. 

Y desde este momento, entramos en una competencia bastante interesante. 

Me moví levemente y su cuerpo también, no aguanté la risa y él me miró serio, estaba demasiado concentrado en nuestro juego y al parecer, no quería perder el tiempo.

—Te advierto que soy un vampiro rápido —murmuró. 

—Mi ego me dice que corro más rápido que tú —achiné los ojos —No me asustas. 

Creo que mi frase no le gustó, ¿No está acostumbrado a ser desafiado? 

En el mínimo momento de distracción, salí corriendo sin mirar atrás, pero sintiendo sus pasos acelerados en mi espalda. 

Estaba compitiendo con un vampiro de la misma clase que yo, sin mencionar sus siglos de experiencia y entrenamiento... Pero yo tenía algo que me diferenciaba; la sangre de Anya ¿Isabel habrá hecho las cosas bien? 

Cuando pensé que no tenía escapatoria, miré la ventana abierta a lo lejos y salí al exterior, para saltar y caer al suelo sin ningún rasguño. 

Seguí al ver que él copió mi acción y continué corriendo, reí por la situación y también lo escuché reír. 

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