✉𝘗𝘳𝘰𝘭𝘰𝘨𝘰

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No se acordaba de su pasado, ni de sus padres, solo se acordaba de cuando lo criaron los clérigos, de los infinitos maltratos que recibía día con día y de sus "abuelos". Solía conversar con Ñigoberto, alguien que consideraba su hermano y lo quería.

En algún punto de su mente tenía el dulce recuerdo de una joven mujer que le daba un dulce consuelo, pero ese recuerdo cada día se veía tan lejano y remoto que olvido el dulce rostro de aquella mujer salvadora de su alma. Entre más trataba de recordar más solía molestar al Profeta, entre más se quería rebelar más lo castigaban...

En algún dado momento se había convertido en una triste marioneta que era utilizada como una hoja en blanco, lista para ser usada y garabatear en esta misma. Su alma, su risueña alma, buscaba una libertad inexistente que solo podía imaginar en sus mejores sueños, aun cuando no soñaba. Sus metas y deseos siempre iban encaminadas con el Profeta, servir, vivir, morir, no había un alma pensante existente entre sus planes.

Un fiel siervo de Dios, alguien dispuesto a dar su vida por aquel señor. Nunca estuvo entre sus planes enamorarse o si quiera pensar en una familia, era simplemente una fantasía que nunca cumpliría y lo sabía.

Pero entre sus memorias malditas y dolientes solía encontrar felicidad escondida entre el llanto y los golpes. Una cálida mano que solía ayudarle, pero jamás pensó que esos chicos que eran unos "rebeldes" le ayudarían, si alguien le decía eso el jamás creería algo así. Aunque, al final de su vida, pudo ver con sus propios ojos que los sueños si se cumplían, si se hacían realidad.

¿Sueños? Si, sueños, sueños verdaderos de un alma libre, sueños de amor y obsesión que al final eran puros y sanos, sueños de algo que no podría volver a vivir nunca más. Si tuviera una conversación con su yo más pequeño este adoraría saber que podría tener algo más que solo dolor y sufrimiento, saber al menos que sería feliz, muy feliz entre el manto caliente de una madre que nunca tuvo.

Tal vez... La vida no era tan mala junto a personas que lo querían, junto a personas que lo apreciaban, no lo subestimaban. Era una vida de ensueños que siempre quiso, tal vez no era tarde para vivir aquella vida que tanto quería, una vida tranquila.

Entre más miraba como su alma se convertía en algo cálido y ver las manos que rodeaban, entre más veía su vida alejarse se daba cuenta que al final de cuentas, no había vivido tan mal. Tenía un hermano, compartieron el pensamiento de su madre durante algún tiempo y su padre... Su padre que los usaba como cosas insignificantes.

Al final de cuentas.... Compartía muchas cosas con su hermano menor, su pequeño hermano que creció sin ver a sus verdaderos padres y pudo crecer medianamente alegre.

—Juan, tu puedes con este mamahuevo— recordaba sus últimas palabras a su hermano y la pequeña carta para su enamorado...


Al final... Nunca fue alguien convencional y en el camino del señor, siempre fue por esos caminos que él quería y por eso lo solían castigar... Aun que a su final, sus ojos brillaron en pequeñas lágrimas, su vida se fue con sus recuerdos de toda su vida.

—De-deseo, al menos ser feliz en donde vaya— se dijo a si mismo mientras miraba como la gran cabeza caía frente a él.

Su final ya estaba escrito así que solo pudo sonreír, sonreía por lo vivido, por lo luchado, por lo feliz y por lo triste. Por las lágrimas derramadas y las que contuvo, las risas y los enojos.

Era, para él, un final digno, su cuento había llegado a un final suficientemente bueno para saber que era solamente suyo...

Pero... Empecemos contando su historia, una historia triste, de dolor y llanto. Pero con un cierre feliz y amargo. Contemos la Historia Falsa de Drako.

Fake HistoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora