Hacía 29 años que nació un alma pura, pero destinada a sufrir continuos maltratos, un alma que amaba pero no sería amado. Un alma sin un camino, un poco solitario y tímido; alguien bueno pero opacado, la envidia, los celos y deseos. Así era como nació el pequeño de cabellos castaños y ojos marrones.
Era un hermoso niño, se notaba que sería un niño muy risueño. Él estaba feliz entre los brazos de su amorosa madre, esta lo miraba con mucho amor; sus ojos demostraban el infinito cariño que le tenía. Pero los cuentos felices no existían dentro de aquel pueblo...
Con el llanto del pequeño bebé la mujer murió a manos del padre de este.
— ¡No, déjame con mi pequeño, por favor! — grito la mujer idéntica al pequeño niño que sostenía entre sus manos.
Ella se encontraba sentada en el frio suelo del desierto con lágrimas en sus ojos, su largo vestido verde hacia posible verla en aquella oscuridad. Su cabello largo estaba en una trenza ya medio desecha. A un lado de ella estaba envuelto entre sabanas su pequeño hijo, quién lloraba junto a ella.
En cambió él estaba enfurecido, tan frustrado. Ese niño era el primero, era una deshonra que no podría utilizar sus poderes, era un simple humano como su madre. Pero como mato a la madre y no al niño decidió darle la vida más miserable posible y se la dio a una pareja de ancianos que trabajaban para él.
—Señora Nora, mire, le traigo a este pequeño que lo encontré afuera— le dijo mientras sostenía a su pequeño hijo.
—Oh, es tan hermoso. ¿Lo puedo adoptar? — le dijo mientras miraba al pequeñito.
—Claro, no hay problema— le dijo mientras la miraba.
—Mi señor, ¿el pequeño tiene algún nombre? — le pregunto mientras miraba al niño con total amor.
—Sí, se llama Drako— le dijo mientras caminaba.
—Gracias señor— le contesto la mujer de cabello gris.
Mientras caminaba atrás de aquel hombre, como siempre, iba jugando con el pequeño niño que estaba en sus manos. Oh, hermoso niño risueño de risa tan hermosa.
Con un abrir y cerrar de ojos ese niño empezó a crecer y era educado a mano dura por los clérigos del lugar mientras sus padres trabajaban en el amplio lugar. Solía jugar mucho, pero un día encontró a una mujer de cabellera azul y hermosos ojos carmín, esta lo alegro un buen rato.
Pero como antes, nada dura mucho dentro aquel pueblo y los clérigos se lo llevaron y encerraron en alguna habitación del lugar.
— ¡Mamá! — llamaba desesperado, tratando que esa mujer lo escuchara.
Pero pasaron los minutos, las horas y por algún extraño motivo, los días. Nadie contestaba a sus llamados, si aquella mujer; "Xena" dijo que se llamaba.
Le había prometido sacarlo de aquel lúgubre lugar y llevarlo a jugar un rato... Pero jamás volvió, jamás la encontró en aquel lugar.
—Señora Xena— solía decir para saber si andaba por ahí.
Más nunca tuvo respuestas de ella, tampoco escucho pasos, ni voces, tampoco tuvo comida en algunos días. Pero, cuando ya iba a cumplir la semana ahí, uno de los clérigos del lugar lo saco de la oreja, lo seguían regañando por aquel acto "imprudente" de él.
Era un niño, no entendía que estaba pasando en aquel lugar. Pero nunca volvió a su hogar porque sus padres, por algún motivo, murieron, no entendía nada, no sabía que pasaba.
Lo único que entendía era que nunca volvería a ver a sus padres y a todas las personas que huyeron del lugar a excepción de Ñigoberto, él también estaba en la iglesia.Oh, como extrañaba su corta infancia, tenía tiempo ya largo sin jugar, sin ensuciarse o al menos... De reír, nunca supo cuál era su risa, como se sentía ser feliz. Solo aprendió a mano dura la gracia del señor, a cómo usar un arma, a usar los poderes prestados.
Se estaba convirtiendo, según los clérigos, en una buena mano derecha. En un buen chico, honroso al seguir el camino del Profeta. Pero tras esos viles halagos estaba la verdad.
Era un niño, golpeado, maltratado, desnutrido. Un pequeño que tenía miedo y al final lo abandonaron en aquel lugar sin salida, sin una cama o algo donde esconderse del sol o... Algo para llevar a la boca, comida, agua, algo.
— ¿Qué hice mal? — se preguntó una vez paso una semana en aquel lugar.
Siempre lloraba en silencio, porque una buena mano derecha no lloraba.
—Tal vez, no debí comer aquel chocolate. Pero era tan rico— se dijo a si mismo mientras estaba sentado.
Y así estuvo un año, gracias a alguna deidad él no había muerto de hambre. Pero al fin había sido llamado por el Profeta, le dijo que necesitaba controlar a un grupo de incivilizados. Estaba tan feliz, no sabía cómo reaccionar.
—Al fin volveré a lado del Profeta para servirle ciegamente— se repetía mientras caminaba atrás de aquel clérigo que lo había buscado.
Uff, si supiera lo que le esperaba una vez llegase a su hogar. Ese lugar definitivamente era un maldito desastre. Mientras caminaban hasta su hogar tuvieron que parar a comprar la vestimenta de Drako. Necesitaba vestirse bien para la ocasión, tenía que cambiar su arma y comer un poco.
Aprovecho también esa oportunidad para comprar un tapa bocas negro para tener la menor piel al descubierto, en esta se veían inmensas cicatrices grabadas de los múltiples maltratos que paso. Se sentía nervioso de no ser suficiente por su padre y ser descartado de manera inmediata.
O incrédulo Drako, serías remplazado por el hijo favorito de él.
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Fake History
FanfictionUna vida de mentiras, mentiras tras mentira. Ya no sabía distinguir entre alguien bueno y alguien malo, una vida de maltratos y obediencia ciega. Tal vez todos tenían razón, solo lo utilizaba, era un simple objeto más o simplemente un arma sin valor...