Tormentos echos de tormentas.

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Tratemos de imaginar

que por un solo momento

yo me terciara a aclarar

este maldito tormento:


Yo mi tormento,

tú mi tormenta.

Pero es que esto nadie lo solventa,

ni las drogas ni el licor.


Será esa la explicación

de mis confusos sentimientos:

tú eres mi droga favorita ¡

y yo tu sucio entretenimiento.


No digas no,

pues es una verdad infinita:

tu muerte significaría la mía,

sin embargo la mía

te provocaría risa.


Que simpático el amor,

que aún careciendo de correspondencia

pretende provocar dolor.


Un dolor sin conciencia.

Un dolor que perfora,

y que la más sutil ciencia

busca antídoto sin paciencia.


Por favor, libera mis manos

y ata mi corazón,

o acaba con esta locura

que me hará perder la razón.

Cuaderno de BitácoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora