Ciby es una chica de 14 años, que está descubriendo nuevos sentimientos y nuevos intereses. A su vida llega Nil un chico divertido, extrovertido, que viene a cambiar su mundo.
Juntos explorarán la montaña rusa de la vida, el significado del amor y t...
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~Un mes después~
El amor es inesperado, es la consecuencia inevitable de una serie de acontecimientos, en mi caso fue en encuentro casi magnético, siento que estaba destinado. Pero también estaba destinado todo lo que pasó después, si este es el destino, entonces elijo no creer en él, no aceptó que este sea el resultado de mi relación con Nil.
—¿Ya estás lista? —pregunta Angelica con insistencia.
—Ya casi —dije con dificultad, intentando cambiarme de ropa en el pequeño cubículo.
—Llevas como 30 minutos allí metida, sal de una buena vez —dice mi amiga cabriada.
—Calma, ya estoy lista —salgo del pequeño cubículo acomodándome la peluca castaña que por el movimiento se había despeinado.
Mi amiga me ayuda con el maquillaje.
—Nos volvemos a ver aquí a las 17:00, no llegues tarde —dice Angelica por enésima vez. Todo tenía que ser muy coordinado, esa fue su condición para ser mi coartada.
—Ok, nos vemos —me despido saliendo al fin del baño de la terminal de trenes.
Me apresure a tomar el tren, me esperaba un viaje de más de una hora. Nunca había salido de la ciudad yo sola, el miedo se manifiesta como un ligero cosquilleo en mi estomago.
Al llegar a la estación de la otra ciudad me sentí desorientada, caminaba con fingida seguridad para evitar que alguien pudiera ver a través de mi disfraz, pero luego pasé frente a una pared cubierta de espejos y vi mi reflejo, no era posible que alguien que nunca me haya visto vestida de esta forma pudiera reconocerme, era como si estuviera en otra piel.
Me erguí para quedar lo más alta posible, no bastaba con solo verme diferente, también tenía que caminar de forma diferente. Ser cualquier otra persona menos yo misma.
Llegué hasta la salida y allí estaba él, vestía una camisa azul oscura perfectamente planchada con un pantalón negro ceñido al cuerpo y en su mano tenía un girasol muy vivo.
Sonrió mostrando los dientes dándome a entender que si me había reconocido, me apresure para llegar hasta él y nos envolvimos en un cálido abrazo, esos brazos que parecían extrañarme tanto como yo lo extrañaba, el olor amaderado de su perfume y el calor de su cuerpo me dieron la bienvenida.
En el verano de mi adolescencia Nil y yo nos volvimos a encontrar.
