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Las palabras se entremezclaban de una manera armoniosa en su cabeza.

Jungkook pasaba su mirada de aquí para allá sobre la figura del hombre rubio, su respiración era suave y sutil, y sus dedos repiqueteaban rítmicamente sobre la madera de su pupitre. Se encontraba ensimismado, introducido en un sueño real, donde su atención era inevitablemente atrapada por Jimin.

Relamiendo sus labios, el pelinegro admiró la pequeña sonrisa que se formó en los carnosos y rosados del azabache, quien peinando su cabello suelto hacia atrás, desvió la mirada del insistente alumno. Los ojos avellanados de Jeon parecieron alegrarse ante el gesto, y sintiendo el codazo propiciado por su castaño amigo a su lado, él dejó que las comisuras de sus labios se elevasen.

—Deberías poner atención a la clase, a menos de que quieras estar en sobre aviso de expulsión, una vez más —comentó Jin, aclarando su garganta y notando la extrema diversión que había adquirido Jungkook desde que entraron al salón de clases.

Jungkook ignoró por completo el comentario, suprimiendo una risa tonta que salió desprevenida. Se sentía incomparablemente idiotizado, y no entendía por qué. Quizá la razón fuere que Park Jimin se veía terriblemente hermoso aquel día, o tal vez, que sus sentimientos habían logrado apoderarse completamente de su cuerpo. Ya no tenía escapatoria.

Había caído.

La conversación con el rubio había sido casi nula, y es que sólo habían podido mandarse textos intentando aclarar la situación que había ocurrido en la casa del pelinegro, justo cuando Jimin explotó inevitablemente hacia la presencia de Jennie. Jungkook se había encargado de decirle que no había ningún tipo de problema, y que desde luego, todo estaba igual entre ellos, pero aun así, Jeon no dejó de sentir una preocupación en su precioso profesor.

No sabía qué tenía Jimin, pero en definitiva, él quería averiguarlo.

Después de aquel grandioso día en su casa, Jungkook no pudo evitar desmoronarse sobre su mejor amiga, preguntándole qué tan mal se encontraba él. El diagnóstico de la chica no fue más que un golpe en la cabeza y un "Estás terrible, cariño". Ahora, sentado en el salón de clase y suspirando ante el precioso hombre que hacía resonar su voz por los alrededores, el ojiavellana se daba cuenta de la veracidad que las palabras de la castaña tenían. Él estaba terrible, catastróficamente mal, pero eso sólo lo hacía sentir malditamente bien.

El poder haber descubierto los innegables celos que reinaban el cuerpo de Park, cuando Jennie estaba a su lado, le hacía sentir que no estaban corriendo hacia la dirección equivocada. ¿Eso acaso quería decir algo? ¡Pues sí! Y era tremendamente bueno.

Las ilusiones del pelinegro se empezaron a disparar de una manera arriesgada, y aunque él sabía que no todo podía ser tan bueno como se miraba, no dejaba de pensar que estaba mucho más cerca de llegar a su premio. Su trofeo, lo único que él quería: Park Jimin. Y joder, realmente no descansaría hasta poder decir que ese sujeto era única y completamente suyo.

—Permiso... ¡Jungkook ! —Aquella encantadora voz, seguida por el sonido de la puerta abriéndose, logró acaparar la atención de todos. Jennie sonreía desde la entrada, avergonzándose de haber conseguido que todas las miradas se posasen sobre ella. De inmediato Jungkook salió de su ensoñación, acomodándose en su asiento y haciendo un gesto para que la chica entrase al salón y se acercase a él.

La boca de Jimin se abrió de par en par, a la vez que sus ojos ardían de pronta cólera. Sintió sus manos volverse puños, mientras que sus nudillos se ponían blancos ante la presión que ejercían sus cortas uñas sobre la piel de su palma. Por supuesto, todos pasaron desapercibida aquella reacción, pues cuando la castaña correteó el salón de clases y se posó frente al pupitre de Jungkook , todos se encontraron dispersándose prontamente.

Dear Teacher ♥︎ KM Donde viven las historias. Descúbrelo ahora