Capítulo VIII

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A tres días de la final del mundo. La selección francesa entrenaba sin descanso, con suma dedicación y empeño, el sobreesfuerzo que recibía cada jugador por parte del entrenador era asfixiante. Más la presión de medio país.

Y su vez, la linda Albiceleste, quien también traía una carga pero de unos cuarenta y siete millones de habitantes, estaba plácidamente disfrutando en grupo, en picnic.

Habían entrenado por la mañana, y quizás también volverían a hacerlo en la tarde. Aunque, la felicidad de estar entre los dos mejores les hacía dar poca importancia a la presión. De hecho, para Scaloni era mucho mejor reforzar los lazos como grupo que sobreexplotarlos en entrenamiento. Deseaba la paz mental de sus jugadores, más que nada. También los hacía recurrir de las seis de la tarde hasta las ocho, a un psicólogo que viajaba con el grupo. Estar preparados era importante, en todo aspecto.

Se encontraban en el patio del hotel, este al ser tan grande tenía gran variedad de espacios. Habían ido a una zona con muchos árboles y flores, era como un cálido y colorido jardín. Tiraron una manta enorme color celeste, para que todos pudieran sentarse tranquilos ahí.

Los chefs habían cocinado grandes cantidades de cosas dulces, también una que otra receta que los jugadores pedían. Iban a estar ahí desde las dos de la tarde hasta las cuatro, tranquilamente en paz.

Juli tomaba en un vaso mediano y amarillo, Manaos de Naranja. Por suerte habían llevado gran variedad de cosas nativas hasta esa parte de Asia.
Enzo por su lado, tomaba en un vaso con hielo, Coca Cola.

—Sabes Juli, te cuento algo— le dijo sonriente pero a su vez, con cierta expresión de que estaba por enseñarle algo. El mayor lo miró atento, y este se acercó bastante mucho, a su oído.— La Coca Cola es fácilmente la novena Maravilla del Mundo.

Álvarez lo miró, aunque era más fan de la Fanta— ya que le gustaba todo lo relacionado con Naranjas— sabía que en parte, tenía razón.

—Puede ser— dijo algo dudoso— Pero sí como dijiste y llega a ser la novena, ¿cuál sería la octava?— cuestionó con mucha intriga, mientras le daba un sorbo a su vaso.

—Eso está claro, hermano. La respuesta es tann obvia— informó levantando el ceño al igual que sus hombros. La araña lo miraba con poca comprensión, habían muchas cosas, ¿pero cuál de todas podría ser? No estaba del todo seguro, de hecho casi ni lo había analizado en su respectiva totalidad — Te doy una pista, ¿dale?— asintió— Su apellido empieza con Ál, y termina en Varez.

Está vez había entendido, por ende abrió los ojos como platos llamativos. No iba a ser tan bobo como la anterior vez, en parte era hasta agradable el por fin comprender algo.

Su cara se tornó roja en un cerrar de ojos. Para Julián era tan fácil sonrojarse como el respirar cuando se trataba de algún halago por parte del pelinegro. Demasiado fácil.

Sonrió con unos nervios notorios, mientras intentaba tapar su colorada piel bebiendo con gran lentitud algo. Enzo río al verle, era muy lindo, hasta en situaciones como estas.

—¿Por qué tan rojo, Ju?— intervino preocupado Beckham, quien aún no se sabía que hacía jugando para Argentina.—¿Tienes fiebre?

—N-no, no es por nada. Hace mucho calor nomás.

—¿Calor?...—hizo una pausa—¡Qué calorrr, oe ooooh!— comenzaba a cantar levantando la mano. Mientras el resto como si hubiera una coordinación planeada, se ponían a seguir el tema a gritos, en sumo conjunto.

—¡Qué calor que tengo yo!

Así estuvieron, olvidándose completamente del número nueve y su cara roja. Enzo seguía a su lado, eran uno de los pocos que no se habían levantando a bailar y seguir las ocurrencias de aquel supuesto Inglés.

—Juli— llamó mirando las nubes tras el paso de unos minutos— ¿Alguna vez te atrajó un hombre?

Preguntó en seriedad, aún sin detenerse del mirar y admirar las alud del cielo.

Álvarez quedó tieso. No sabía que responder, aunque la respuesta ya era bastante obvia. De igual manera, le había tomado por sorpresa.

Quedó quieto, sin poder abrir ni formular una palabra en su boca. El menor bajó la cabeza, para luego sonreír de una forma posiblemente forzada.

—Perdona, no sé porqué pregunte eso.

—Sí— dijo la araña.—Sí, me ha pasado.

Al escucharlo, el contrario lo miró con mucho asombro. Curvó sus labios de forma magnífica y rápida,  mientras le miraba a los ojos con cierta dulzura. Últimamente, toda la tensión que sentía hace unos días había cambiado por completo, a un ambiente tierno.

—La suerte de aquel sujeto debió ser increíble— comentó riéndose, para luego pararse y desordenarle el cabello. Y así, irse con el resto.

Julián estaba repleto de emociones, no sabía cómo explicar cada una. La única definición que se acercaba a lo que sentía, era felicidad pura.

Su estómago estaba con un gran cosquilleo, mientras sus mejillas ardían nuevamente. No recordaba ese sentimiento desde que le gustaba una joven bella en su adolecencia. Si no mal creía, la última vez que lo había experimentado era a sus quince años. Que le pasase de nuevo en verdad lo hacía sentir realmente vivo y a su vez, en extrañes de su propio cuerpo. Ningún sentimiento desagradable, por supuesto.

De igual manera, no sabía del todo si Enzo decía esas palabras porque simplemente así era su forma de ser. En ese momento estaba algo confundido, no sabía que sentía el contrario al respecto. Estaba claro que era un tema para hablar, pero ¿qué tal si solo él lo había sobrepensando? y que así como el creía, no eran las cosas.

A parte, Fernández tenía una familia, una mujer e hija muy bonitas. ¿Por qué se interesaría de aquella forma en su compañero de cuarto, de equipo y mejor amigo?

No iba a sobrepensarlo más de lo que ya había hecho.

Viendo el lado positivo, el sentimiento de hormonas pubertas era muy lindo, daba igual que sentía el veinticuatro, mientras pudiera percibir aquellos cálidos sentires cómo su chico interior, no iba a negarlos.

—Dev

Muy Gay para Qatar┋ꫀׁׅܻꪀׁׅzׁׅ֬ᨵׁׅ᥊ׁׅյׁׅυׁׅᥣׁׅ֪ꪱׁׅáꪀׁׅDonde viven las historias. Descúbrelo ahora