He crecido escuchado que los humanos eran una raza de grandes exploradores. Debimos de suponer que un planeta que un humano no quiere investigar es un planeta del que debes huir.
Era la primera vez que trabajaba con humanos. Eran muy ruidosos y extraños, pero he de admitir que se les coge cariño con facilidad. A pesar de tan solo tener dos brazos trabajaban con más eficacia que la mayoría de la tripulación. Incluso había una a la que le faltaba una mano ¡Y era la más capaz de todos!
Cuando nos llegó el aviso desde el puesto de mando la mayoría de ellos estaban dormidos. Es algo a lo que llaman "siesta". Es increíble la facilidad que tienen para dormir en cualquier momento libre que se les de. Una vez le pregunté a uno de ellos por qué no se iba a la cama, las ocho horas que tenían asignadas para ello hacía rato que habían empezado. Me miró confuso y simplemente respondió: "No me apetece". Es como si pudieran controlar cuando duermen a voluntad. Fascinante.
Atenea, una muchacha pelirroja y bajita, fue la primera en despertar.
—¿Ya hemos llegado? —inquirió con un bostezo.
El mensaje se repitió, reverberando por los múltiples altavoces. Todos nos apresuramos a acercarnos a las escotillas para observar el planeta al que nos habían enviado. Era hermoso, completamente azúl y cuajado de nubes blancas. La mayoría de los humanos fruncieron el ceño. Ahora sé que es un gesto que hacen cuando desconfían de algo.
Nos apresuramos a ir al puesto de mando, aquel planeta tenía muchos recursos y era raro que no estuviera habitado. Debíamos empezar a explotar sus riquezas cuanto antes.
Cuando llegamos ya había imágenes de la superficie acuosa en la pantalla. Aquel extraño cuerpo celeste parecía estar totalmente cubierto por agua. Algunos de los humanos parecían un poco agitados, pero no le di importancia. Al fin y al cabo eran exploradores, era normal que sintieran emoción ante ese nuevo descubrimiento.
—Bajaremos en un par de horas —afirmó el capitán.
La mujer de una sola mano dio un paso al frente y junto a ella su segundo al mando, con el que llevaba cuchicheando desde que nos dieron el aviso.
—Lo siento, pero mis hombres no bajarán a ese planeta. Por lo menos no por ahora —Su voz era clara y firme.
Nadie supo cómo reaccionar. No tenían porqué hacerlo, no por contrato al menos, pero siempre habían explorado cada uno de los planetas en los que nos habíamos detenido. Hasta ahora siempre se habían peleado por no ser el que se quedaba a bordo, supervisando el sistema electrónico de la nave.
—Pensaba que vuestra gente estaría cómoda en un planeta como este. Al fin y al cabo es como vuestro planeta origen, ¿no?
—Nuestro planeta tiene masas de tierra, señor, esto es...
Tardó un rato en encontrar las palabras, pero al parecer los humanos tenían cierta aversión a las grandes masas de agua. Es normal, para sus ojos poco desarrollados debía de ser aterrador no ver lo que había a escasos metros bajo la superficie. Recordé que en mi formación inicial se me había enseñado sobre su miedo hacia el agua y sonreí, apenado por ellos.
—No somos buenos nadadores, señor —continuó el hombre que la acompañaba—. Solo os retrasaríamos. Nosotros no podemos respirar bajo el agua, ni aguantamos demasiada presión, ni siquiera podemos ver bien cuando estamos sumergidos.
El capitán decidió que no importaba. No era necesario que los humanos se bajaran de la nave. Ordenó a toda la tropa que comenzarán a prepararse. Yo sería el único que permanecería a bordo. Era necesario que un representante de cada especie estuviera presente, independientemente de la situación.
Todos y cada uno de ellos partieron inquietos, se respiraba un ambiente de tensión. Los más jóvenes llamaban cobardes a aquella raza de exploradores, pero los que habían vivido lo suficiente para conocer aquella especie sabían que eso no era algo que les caracterizara, más bien al contrario.
Los humanos también estaban agitados. Hablaban entre ellos, sabían que algo estaba mal con ese planeta, que algo les asustaba, pero no eran capaces de articular que era. Muchos lo achacaban a lo misterioso de las profundidades, oscuras, frías e implacables. Sin embargo, no fue hasta varias horas después que se zanjaron las discusiones.
La líder de los humanos no paraba de darle vueltas a una proyección holográfica del planeta. En una pantalla cercana se reproducían imágenes tomadas por dron a lo largo y ancho del mismo. Ni un solo pedazo de tierra, ni un solo ruido en aquella interminable masa de agua.
De repente escuché un grito ahogado. Atenea, la chica bajita y pelirroja se acercó al holograma.
—Todos los datos apuntan a que es un sistema solar muy similar al nuestro y es cierto que el planeta se parece a la Tierra 001 —comenzó con voz temblorosa—. Tiene casi la misma masa; no tiene continentes emergidos, pero la composición del núcleo y las capas de la corteza parece ser muy similares; la atmósfera es casi idéntica y hasta las nubes son iguales.
Todos nos quedamos en silencio. Algunos de los humanos empezaron a palidecer. Creo que es por culpa de su sangre, cuando están asustados se va a sus músculos por si tienen que salir corriendo, aunque ahí no había nada de lo que escapar. Creo que fui el último en comprenderlo, necesité que la humana lo verbalizara. El silencio era tan abrumador que hasta el pitido continuo del panel de mando resultaba estridente.
—Si este planeta es como el nuestro, ¿Por qué ninguno de los sistemas muestra que haya rastros de vida hasta, por lo menos, 10 kilómetros de profundidad?
Intentamos contactar con ellos por radio. No obtuvimos respuesta, sólo silencio.
Fui el único de mi especie que regresó con vida a casa.
Estábamos equivocados. Los humanos no le tienen miedo al agua. Témen lo que pueda haber en ella.
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Sueños Febriles
غموض / إثارةTe levantas entre sudores fríos y piensas: ¿Qué ha sido eso? ¿Ha sido real? Sueños febriles es una recopilación de historias cortas que no te dejara indiferente. Puedes leer cada una por separado y en el orden que más te apetezca, al más puro estil...