Planta 48, puerta 24, no pensaba tener que volver a aquí de nuevo. La primera vez fue cinco años atrás, aunque las circunstancias eran totalmente distintas. Pero supongo que para ellos no había diferencia alguna.
Si mal no recuerdo, La Torre fue creada casi cuatro décadas antes de que me internaran, alrededor del año 2430, cuando los avances en tecnología rivalizaban con las películas de ciencia ficción. Todo era posible: mundos virtuales, consciencias artificiales, inmersión completa, arquitecturas que desafiaban las leyes de la física, organismos genéticamente modificados... No sé qué país fue el que creo la primera, pero pronto todos quisieron hacer lo mismo y cada uno construyó sus propias instalaciones. Un centenar de plantas e incontables habitaciones; todo un portento arquitectónico.
La gente especulaba mucho sobre cómo los gobiernos eran capaces de mantener oculta la ubicación de aquella monstruosidad. Algunos pensaban que se trataba de tecnología capaz de hacerla invisible a nuestros ojos, pero la mayoría argumentaba que, en realidad, era una construcción subterránea. Os puedo adelantar que ambas teorías eran incorrectas.
La sociedad aceptó rápidamente el paso de cárceles convencionales al modelo de La Torre. Al fin y al cabo, estaba planteado para asegurarse de que los ingresados pudieran volver a la sociedad solo si estaban completamente "limpios". Así es como los llamaban. Hasta tenían un lema, que sonaba en todas y cada una de sus campañas publicitarias: "Por la reinserción". La dura realidad era que muy poca gente de la que entraba volvía a salir, aunque hay que admitir que aquellos que si lo conseguían se transformaba en seres de luz, que solo se dedican a tareas de voluntariado. Supongo que por eso tuvo tanto éxito.
"Los limpios" hablaban de una torre de proporciones colosales, de cómo desde las plantas superiores solo se podía ver un infinito mar de nubes. Así que, supongo que la teoría de una edificación subterránea se podía descartar bastante rápido.
Lo que no vimos venir fue como, al eliminar el problema del espacio carcelario, el ratio de criminales se disparó de golpe. Muchos suspiraban aliviados por tener esta nueva institución, pero no se dieron cuenta de que no había aumentado el número de criminales, simplemente las leyes se volvieron más restrictivas. Delitos menores, que antes únicamente habrían supuesto una sanción, te mandaban directo a La Torre. Se realizó una purga en toda regla. Sin embargo, la población no reaccionó. La idea de que solo los que verdaderamente tuvieran buenas intenciones podrían salir de La Torre los tranquilizaba. Al fin y al cabo, todos se consideraban a sí mismos buenas personas y no se imaginaban que les pudiera tocar a ellos.
480 puntos, ni uno más ni uno menos. Al parecer ese es el número exacto que define a un asesino. No importa la causa, tu edad o tu sexo; ni siquiera si lo hiciste en defensa propia, como fue mi caso. Y es por eso que, tras declararme culpable, desperté de un largo sueño en la planta 48. Me habían sedado, por supuesto. Nadie podía saber cómo llegar a donde nos tenían encerrados. Frente a mí se hallaba una sobria puerta de madera con el número 24 grabado en negro y una foto de mi rostro justo debajo. No era la única habitación con dicho número, ya que este solo indicaba mi edad. Para se exactos, en el momento que yo entré existían 1145 habitaciones con ese mismo grabado y todos teníamos el mismo objetivo: el piso 0, la libertad.
En mi muñeca, un brazalete que portaba una minúscula pantalla indicaba mi puntuación.
Las reglas eran simples: si conseguías pasar un día sin realizar ninguna infracción se te retiraba un punto y por cada decena perdida bajabas una planta. Sin embargo, si te pillaban haciendo cualquier tipo de actividad que resultase mínimamente sospechosa tu puntuación aumentaría dependiendo de la falta realizada.
Bajar una planta fue sencillo, estaba en tal estado de conmoción que prácticamente no salí de la cama, por lo que perdí mi primer punto. Con el 479 parpadeando en mi muñeca comencé el descenso.

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Sueños Febriles
Gizem / GerilimTe levantas entre sudores fríos y piensas: ¿Qué ha sido eso? ¿Ha sido real? Sueños febriles es una recopilación de historias cortas que no te dejara indiferente. Puedes leer cada una por separado y en el orden que más te apetezca, al más puro estil...