REFLEJO MORTAL

74 7 3
                                    

En un mundo donde parece que existe un aparato electrónico para cada necesidad, cabría esperar la aparición una sociedad idílica, donde todos los males serían erradicados

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

En un mundo donde parece que existe un aparato electrónico para cada necesidad, cabría esperar la aparición una sociedad idílica, donde todos los males serían erradicados. La realidad es bastante distinta. No digo que todo sea un caos distópico, con fuegos ardiendo en cada esquina; pero, salvo para los de siempre, la calidad de vida no ha mejorado mucho en el último  milenio. Aunque tampoco es que un asesino en serie como yo esté para hablar mal de nadie.

La cosa de nacer en una familia de bien es que tienes todas tus necesidades cubiertas, hasta el punto de no necesitar trabajar. Esto puede resultar bastante tedioso para alguien que, como yo, no tiene demasiada facilidad para hacer amigos. El aburrimiento empezaba a ser abrumador cuando descubrí mi pasión por la muerte. En realidad, la primera vez fue un accidente; una pelea de bar desafortunada. Las autoridades concluyeron que que había sido homicidio involuntario y, como declaré que actué en defensa propia, no tuve demasiados problemas para volver a mi vida habitual. Sin embargo, algo había cambiado en mí.

Pude escuchar los gemidos antes de entrar en la habitación. No es que importara, mi casa está muy bien insonorizada.

—No hagas tanto ruido, me vas a dar dolor de cabeza —murmuré.

A pesar de que tenía la boca amordazada, aquella muchacha era muy insistente. Apenas había salido de la sala un par de minutos, pero estaba claro que había intentado soltarse con todas sus fuerzas. Donde las cuerdas besaban su piel, pequeñas heridas comenzaban a formarse.

—Tranquila —afirmé, colocando el maletín en el suelo y cerrando la puerta—. En seguida se acabará todo. Bueno, en seguida se acabará este ciclo.

Estas palabras solo consiguieron avivar sus movimientos, pero decidí ignorarla. Abrí la pequeña maleta con cuidado. Dentro un casco metálico me devolvía la mirada. Tuve que ajustarlo, ya que mi anterior víctima había sido un hombre de cabeza prominente. Violeta trató de zafarse de mí, pero con la poca movilidad que tenía no me costó colocar el aparato sobre su cráneo.

—No te preocupes, solo estarás muerta unos segundos, no me gustaría privarte de poder repetir este momento.

Si algo me gustaba de los nuevos avances tecnológicos era la popularización de las consciencias virtuales. No eran accesibles para todo el mundo, claro, pero si tenías el dinero suficiente... Enchufé el aparato a mi ordenador y un leve zumbido inundó la sala. Pronto, mi acompañante se encontraría en una simulación, que reviviría aquel día una y otra vez. No pude evitar sonreír de la excitación. Decidí no posponerlo más; avancé hasta el único armario que había en la sala y saqué un desgastado bate de béisbol.

—Nos vemos pronto —susurré, antes de asestar el primer golpe.

Limpiar siempre es lo más tedioso, la sangre no se quita bien, por eso siempre cubro el suelo con un plástico. Sin embargo, esta vez se me había olvidado, es raro que sea tan descuidado, pero son cosas que pasan, supongo. Intenté quitar las manchas lo mejor que pude, pero no tenía los productos adecuados. Salí de la habitación, no sin girarme antes a observar el cadáver que dejaba detrás ¿Era cosa mía o me estaba sonriendo? Un escalofrío recorrió mi columna, pero cuando me acerqué su rostro estaba completamente vació de expresión.

Necesitaba comprar limpiadores específicos para un trabajo como aquel, así que iría a una tienda cercana. Nada más salir de casa se me volvieron a erizar los pelos de la nuca, alguien me miraba. Fijé mi atención en la mirilla de la puerta de al lado, algo se había movido. Negué con la cabeza, intentando eliminar aquellos pensamientos. Nadie vivía en aquel piso, lo había comprobado.

El establecimiento que estaba a la vuelta de la esquina tendría lo que necesitaba. Dirigí mis pasos hacía el lugar sin pensármelo dos veces. Era un sitio un poco oscuro, pero tenían de todo, así que siempre solía estar lleno. Sin embargo, en aquel momento no había un alma.

Deambulé por los pasillos hasta encontrar lo que buscaba, un bote de cristal con un denso líquido blanco, si esto no quitaba la mancha, nada lo haría. De camino a la caja registradora se me volvieron a poner los pelos como escarpias. Había algo raro en todo aquello, pero no lograba identificar que era lo que me estaba dando tan mala espina.

—¿Efectivo o tarjeta? —preguntó la voz grave del dependiente.

—Efectivo...

Cuando levanté la cabeza casi no pude contener un grito. Aquella persona, era el hombre que había asesinado la semana pasada. O eso pensé, pero tras un segundo examen me di cuenta de que solo tenía un parecido sorprendente. Suspiré aliviado.

—Perdón por el silencio —murmuró—. Se nos han estropeado los altavoces y no hemos podido arreglarlos todavía. Supongo que estaremos unos días sin música.

Le sonreí, quitándole importancia. Eso era lo que me había estado molestando, la falta de un hilo musical. Sí, estaba seguro, solo era eso.

—Hasta luego —me despedí, recogiendo mi cambio.

—Nos vemos en un rato —murmuró.

—¿Perdón? —pregunté. Había hablado tan bajo que no estaba seguro de haberle oído bien.

—Que tenga una buena noche señor —Afirmó esta vez, con claridad.

—Cla... claro, igualmente.

Me fui a paso ligero, aún tenía aquella sensación de que alguien me observaba. La calle también estaba desierta, aunque no era de extrañar dada la hora que era. Sin embargo, cuando fui a entrar en el portal otra persona salía del mismo, devolviéndome a mi previo estado de agitación. Su cara también era increíblemente parecida a una de mis víctimas, solo que demasiado mayor para ser ella. La pasé con una inclinación de mi cabeza. Me empezaban a sudar las manos.

Mientras buscaba mis llaves intenté tranquilizarme, con respiraciones largas y profundas. Sin embargo, cuando di la primera vuelta a la llave y la puerta se abrió comencé a sudar de nuevo. ¿No había cerrado bien la puerta?¿No había cerrado con llave?

—Seguro que han sido las prisas —murmuré para mis adentros.

Cuando entré en la habitación el olor a sangre inundó mi nariz, mucho mas fuerte de lo que había esperado. La mancha parecía haberse extendido, por lo que me puse manos a la obra sin perder un segundo.

Al principio la mancha se fue haciendo más tenue, pero tras unos minutos limpiando, cada pasada parecía hacerla mas grande. Comencé a frotar con tanta fuerza que sin querer golpeé el cuerpo sin vida de mi acompañante, haciendo que cayera a mi lado. Lo observé con atención. ¿Me estaba volviendo loco o aquella no era la misma muchacha?

Sacudí la cabeza con fuerza. No había dormido bien los últimos días, seguro que era eso. Ademas, la cara estaba desfigurada por los golpes, era normal no poder reconocerla.

No había acabado de hilar estas ideas cuando un golpe me sobresaltó. Venía del único armario de la habitación. Dejé lo que tenía entre las manos y me acerqué con el corazón en un puño. Tomé el pomo de la puerta con cuidado, intentando no hacer ningún ruido. Inspiré profundamente un par de veces, las gotas de sudor recorrían mi espalda. Con una última toma de aire abrí de golpe. Vi el bate moverse, pero no me dio tiempo a hacer nada y todo se volvió negro.

Cuando recuperé la consciencia no supe si habían pasado días, minutos u horas. Las toscas cuerdas que me ataban a la silla rozaban mi fina piel y sobre la cabeza podía sentir el frío peso de algo metálico, presionando contra la herida que me acababan de producir. Frente a mi, esperaba la macabra sonrisa de la persona a la que acababa de matar.

—¿Cómo...?

—Shhh... —Me interrumpió ella, colocando el bate sobre mi boca— No te canses, nadie puede oírte de todas formas.

El pánico se apoderó de mi a medida que mi cerebro volvía a funcionar. Intenté soltarme, pero fue inútil, solo conseguí abrirme heridas en la piel.

—Tranquilo... el bucle acabara pronto.

Sus palabras solo hicieron que me moviera aún mas, podía notar como el nudo de mi mano derecha se comenzaba a aflojar, pero no lo suficientemente rápido. Mi captora blandió el objeto con ambas manos.

—Nos vemos en un rato.

Sueños FebrilesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora