Diluc agarró a Kaeya por su gargantilla, agarrando con fuerza y girando la cadena de metal contra su tráquea.
"¡¿Planeaste esto, Kaeya?!" Diluc rugió, su cara estaba roja de furia y sus manos temblaban por las muchas ganas que tenía de envolverlas alrededor del cuello de Kaeya y sacudirlo.
El Viajero y Paimon instantáneamente entraron en acción, tratando de apartar a Diluc y quitarle las manos. Con Zhongli y Venti atrapados mirando la ciudad en ruinas.
“¡No lo hice! Diluc, ¡detente!" Kaeya se atragantó, desesperados dedos arañando los puños de Diluc para que lo soltara.
“¡Detente Diluc! ¡Déjalo ir!" Gritó el Viajero.
“¡Sí, déjalo ir! Incluso si hizo esto, no podrá decirnos nada si lo estrangulas hasta la muerte." Paimon gritó en la cara de Diluc, realmente asustada por todo. Lo último que quería ver era que uno de sus amigos matara a otro.
"¡Como si nos fuera a decir la verdad de todos modos! Todo este tiempo no ha sido más que un Khaenri'ahno m-” Las crueles palabras de Diluc fueron interrumpidas por un gemido desgarrador. La voz de una mujer resonó estridente en la capital del reino.
Kaeya fue liberado cuando Diluc lo soltó para cubrirse los oídos como los demás. No podía decir si su visión se oscurecía debido a la falta de aire o al dolor que sangraba en su cráneo.
Todos se encogieron bajo los chillidos. Se sentía como si las uñas rasparan sus tímpanos. Las armas fueron invocadas instintivamente, pero nada saltó hacia ellos mientras la voz se extinguía lentamente con un gemido.
Capaz de finalmente respirar, Kaeya examinó más de dónde estaban. Estaban en un puente de la carretera. Como los que conducen a la torre de Dvalin. La piedra era quebradiza y en cada grieta crecía una especie de hongo.
El musgo bioluminiscente hacía más por iluminar el área que los rodeaba que los cristales de luz rotos que colgaban de los arcos del puente cada pocos metros.
Kaeya no entendía lo que estaba pasando.
Creció después del Cataclismo. Recuerda cómo era Khaenri'ah entonces. Las calles de sangre, y montañas de cuerpos mutilados tirados en callejones para que se descompongan sin funerales adecuados. Todo lo de piedra y oro fue arrasado hasta los cimientos. Los edificios se derrumban sobre las personas, partiéndoles la cabeza como sandías en la playa.
Era un reino de corrupción, veneno y muerte. Pero ahora, en la oscuridad sofocante, este Khaenri'ah parecía casi intacto. Viejo y abandonado a la naturaleza pero nada como entonces.
Mientras todos recobraban el juicio, el Viajero ayudó a Kaeya a ponerse de pie, mirándolo con extrañeza.
"Kaeya, ¿tú eres... Khaenri'ahno?" preguntó el Viajero, saliendo de lo dicho por Diluc.
El pirotécnico se estremeció, sobresaltándose al darse cuenta de que en realidad había dicho el secreto guardado por Kaeya. El mismo secreto que Kaeya le confió solo a él. Se maldijo a sí mismo; de nuevo dejó que el miedo y la ira se apoderaran de él. Como si ya no hubiera arruinado suficiente de su vida, después de haber casi matado a Kaeya por eso hace tantos años.
"Je, así que finalmente te diste cuenta, Palomita". Kaeya se rió, con la voz ronca por el estrangulamiento. "Aunque llegas bastante tarde a la fiesta. ¿No es así, Morax? ¿Barbatos?"
"¿Eh? ¡¿Lo sabias?!" Paimon jadeó. Miró a los antiguos arcontes, preguntándose qué tenían que decir.
Zhongli y Venti se enderezaron e inclinaron la cabeza avergonzados.
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𝑺𝒖𝒆𝒏̃𝒐𝒔 𝑷𝒐𝒅𝒓𝒊𝒅𝒐𝒔 |𝚝𝚛𝚊𝚍𝚞𝚌𝚌𝚒𝚘̀𝚗|
Hayran KurguNo quiere admitirlo. Pero está mucho más asustado de lo que parece. SHIP: Luckae ⚠️𝐓𝐨𝐜𝐚 𝐭𝐞𝐦𝐚𝐬 𝐦𝐮𝐲 𝐟𝐮𝐞𝐫𝐭𝐞𝐬 (𝐠𝐞𝐧𝐨𝐜𝐢𝐝𝐢𝐨, 𝐭𝐞𝐫𝐫𝐨𝐫 𝐩𝐬𝐢𝐜𝐨𝐥𝐨𝐠𝐢𝐜𝐨, 𝐭𝐫𝐚𝐧𝐬𝐭𝐨𝐫𝐧𝐨 𝐝𝐞 𝐞𝐬𝐭𝐫𝐞𝐬 𝐩𝐨𝐬𝐭𝐫𝐚𝐮𝐦𝐚𝐭𝐢𝐜𝐨...