Cap. 7 Draco.

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–¿Te sientes bien con esta situación?, –preguntó Draco.

El rubio estaba sentando en el frío suelo de su celda con la cabeza de la reina Veela descansando en sus piernas, la mujer estaba débil su piel se había tornado gris y sus palabras solo eran incoherencias de moribunda.

–No, pero no hay nada que yo pueda hacer, –confeso una mujer al otro lado de la celda. –la cosa es de esta manera o mi padre o tú y seamos realistas Draco Malfoy tú no me elegirias a mí si estuviera tu esposa de por medio.

–¿Cómo está ella?, –preguntó.

–Triste, enojada, –le dió poca importancia, –que se yo, no le gusta que la vean sufriendo.

La mujer le dió un vistazo a el reloj y suspiro con cansancio.

–¿Tienes prisa por salir de aquí?

–Si, aunque nadie tendrá más prisa que tú en un rato, –soltó de pronto. –no fue mi idea debo decir y nisiquiera estuve de acuerdo pero ¿Quien soy yo? Solo un peón y mi opinión no es válida.

–¿Que quieres decir?

–Ya lo verás Draco.

Lo que pasó no se repetirá la cruz del norte lo evitará, –balbuceaba la Veela entre temblores.

–Vania, –Draco la abrigo más con una sucia manta, –resiste.

–No le queda mucho, –se acercó la rubia, –si la mato ahora le ahorraría mucho dolor.

–¡Aléjate de ella!, –gruñó el rubio y la mujer se apartó de la reja. –no te creí así de cruel.

– Siempre creí que el amor me llevaría lejos pero el odio me enseñó a ser un águila no un inocente pajarito.

–¿Me odias?

Lo miro unos instantes y negó.

–No te odio, –confesó, –pero el mundo es cruel y mientras tú vivías feliz una vida perfecta con tu amorosa familia yo me ví forzada a hacer cosas horribles. –se acercó a la reja sujetando a Draco del brazo haciendo una herida con una daga.

–¡¿Estás loca!?, –gritó apartandola de un tirón.

La rubia gimió de dolor en el piso pero se levantó rápidamente agarrando un trozo de papel lleno de sangre, tomó una pluma y empezó a escribir.

–¿Que crees que haces?

–Desde este momento nadie te buscará y yo seré libre, –siguio escribiendo, –Draco Malfoy está muerto.

–¿De que hablas?

–Esta es la última vez que me verás Draco, –dijo de pronto, –yo seré libre pero tú permaneceras aquí. Aún nadie sabe que Hermione es tu esposa o que su hijo es tú hijo y de mi boca no saldrá. –agarró una lechuza que se posó en su brazo y amarró el pergamino a su pata, –no te dejes ver por nadie que no sea Hermione Granger, Love.

–¡Maldita! Te juro que esto lo pagarás.

–Algún día seguramente y estoy dispuesta afrontar las consecuencias. Por el momento no puedo dejar evidencia de que estuve aquí ya que tú próximo compañero de celda es algo delicado y él si saldrá, no puedo dejar que le hables de mi. –la mujer movió su varita cubriendo su rostro con una máscara en forma de cráneo de pájaro y cubrió su cabello, –ya viene.

Fuertes pisadas acercándose podían escucharse, cada vez eran más cercanas.

–Este es el aspecto que verás en tus recuerdos, –apuntó con su varita, –no recordarás mi rostro o mi nombre, no recordarás que estuve aquí y no recordarás mi hechizo.

La Ministra. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora