Cap. 8 decisiones

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Carrington rogaba hablar con Lucius Malfoy o en su defecto con Draco Malfoy. Narcisa Malfoy había tomado la decisión de salir a hablar con el desagradable sujeto en lugar de su marido o hijo. La elegante y orgullosa mujer observaba a aquel hombre con una mezcla de odio y asco, se había atrevido a meterse con su pequeño nieto llamándolo bastardo y aquella era una ofensa que ella no olvidaría. Narcisa no era una inocente palomita, tampoco una mujer sumisa que se doblegaria ante semejante patán.

Lo invitó a pasar a la biblioteca que horas antes había sido destruida. El hombre se sorprendió ante la magnitud de destrucción en el lugar, imaginándose miles de posibles razones por las que estaba así.

–Arreglemos esto de una vez, –soltó la mujer con frialdad, –una disculpa hipócrita de un hombre hipócrita no resuelve nada.

–Narcisa yo...

–Señora, –el hombre la observó un poco atentado, –soy la señora Malfoy no Narcisa, no se tome atribuciones que no tiene.

El hombre estaba pálido. Le guardaba resentimiento a aquella mujer pero también gran respeto a sus apellidos.

–No sabía que él niño era...

–Mire señor Carrington yo he sido una mujer despreciable...pero siempre he tenido algo muy presente, –lo mira sería, –los niños son inocentes. No dice ser un buen hombre, intachable y todas esas estupideces. Pero no, en un intento por desacreditar a su rival decide jugar sucio olvidando todos sus supuestos principios. Es cierto que mi esposo y la señora Hermione tienen desacuerdos  dicifiles de resolver pero sigue siendo la madre de su nieto y jamás se pondrá del lado de un hombre tan repulsivo para herirla y como consecuencia herir a su nieto, el daño colateral no existe cuando se trata de Christian.

El hombre trago grueso, los ojos azules de Narcisas se veían tan profundos y aterradores que Carrignton deseaba estar frente a Draco o Lucius, siempre había visto a la señora Malfoy como una mujer impasible que se mantenía al margen de los enfrentamientos, al menos de manera directa. Pero la mujer frente a él era aterradora, cada paso que ella daba se sentía pesado.

–Mire señor Carrignton solo le diré una caso y escuché bien porque yo no repito, –siseo, –si de su sucia boca vuelve a salir el nombre de Christian Cygnus Malfoy... personalmente me encargaré de arrancarle la lengua, –ella sonrió, –sepa algo señor, yo no amenazo.

–Señora...

–¡A callar!, –se mostró molesta por la interrupción, –puede seguir en su inútil intento de desacreditar a la ministra pero al niño lo quiero fuero de esto. ¿Entendió?, –Narcisa lo acorraló, viéndose obligado a sentarse en una silla. –ahora, haga el favor de largarse de mi casa o me veré en la obligación de sacarlo a patadas.

Luego de que Carrignton salió, nadie fue capaz de decir nada. Se veía tan aterrado de lo que sea que le hubiera dicho Narcisa. En una esquina, Lucius Malfoy lo observaba con burla ya que no había mujer más intimidante que la suya, no necesitaba torturar o amenazar, con su sola mirada era capaz de paralizar a cualquiera.

***

Las princesas Veela Jerina y Cafenza permanecían junto a su madre, la reina Vania. Ya no le quedaba mucho tiempo de vida y si no nombraba una nueva reina de inmediato el Valle moriría con ella.
La rivalidad  entre las hermanas no era un secreto y el abismo que se había formado entre ellas se había hecho más profundo al Jerina casarse con Blaise, era algo que Cafenza nunca le perdonaría a su herma, el enredarse con un brujo humano.

Ambas hermanas eran visiblemente diferentes mientras que Jerina era dulce, con todas las cualidades de una princesa obediente, cuyo único acto de rebeldía había sido casarse con Blaise, Cafenza era una guerrera rebelde, implacable y sin una pizca de amor hacia la humanidad.

La Ministra. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora