CAPÍTULO 2

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Primera mañana en este lugar. Primer día de sensaciones abrumadoras. Primeras nuevas experiencias en poco tiempo. Primeras ganas de querer quedarme en la cama después de mucho tiempo. El segundo día estando en este internado, fue un duro golpe para mí. No esperaba tener que pasar por eso nunca, y es algo que no le deseo ni a mi peor enemigo. Para cuando me levanté (que no fue muy tarde), mis compañeras estaban levantadas. Cogí mi móvil para mirar la hora, pero justo en el momento en que lo cogía, algo resbaló de mi mesilla de noche. Bajé de la cama para cogerlo; cuando lo tuve entre las manos, descubrí que se trataba de un papel escrito por Sara. Decía algo así como:

"Hola, Tanya. Te dejamos esta nota para que cuando te levantes, te dirijas directamente al comedor. Si no te levantas de aquí a media hora, te perderás el desayuno. Nosotras te cubriremos a tiempo si no llegas. De momento, Carmen, (una de las monitoras que hay por las mañanas) se ha creído que estabas dándote una ducha. Porfa no tardes.

SARA"

Al leer la nota, me quedé un poco extrañada. No podía creer que las mismas chicas que me habían tratado con desprecio el día anterior cuando llegué me estuvieran escribiendo una nota amablemente informándome que debía bajar rápidamente al comedor si no quería llegar tarde al desayuno. Durante unos instantes estuve meditando el porqué de esa nota, pero luego decidí que ya dejaría eso para más tarde y hacer caso a lo que ponía en la nota. Me vestí con lo primero que encontré en mi armario y bajé apresuradamente las escaleras. Quizá esas chicas se hubieran dado cuenta de cómo era yo y se sintieran mal por haberme tratado así al principio. Me dije que así era. Para cuando llegué al comedor, quedaban apenas un par de minutos para que empezaran a servir el desayuno. Me alegré de haber sido puntual al menos una vez en la vida. Muy poco tiempo después nos empezaron a servir el desayuno; mi primer desayuno en este orfanato. Al principio, estaba sola sentada en una mesa en un rincón, pero luego esas chicas se acercaron y me pidieron que me sentara con ellas; yo no sabía si aceptar o no, pues tal como me habían tratado el día anterior, me olía a broma. Pero como acababa de llegar y estaba sola, decidí que lo mejor que podía hacer era irme con ellas, así que cogí la bandeja done me habían servido el desayuno y las seguí hasta la mesa donde ellas estaban sentadas. Una vez que todas estuvimos acomodadas en nuestros respectivos sitios, Sara, la chica jefa y la que me había dejado la nota esa misma mañana, empezó:

-¿Tanya, verdad?

-Sí-contesté yo.

-Verás, Tanya. Mis amigas y yo queríamos disculparnos por lo que te hicimos ayer. Fue muy inmaduro por nuestra parte no escucharte y reírnos cuando nos estabas contando porqué estás aquí.

-Sí, Sara tiene razón. No queríamos que te sintieses mal, ni mucho menos. En realidad, nosotras somos unas chicas súper enrolladas y la verdad que no nos gusta meternos con nadie. Es que ya llevamos aquí mucho tiempo y se nos hace muy duro, pero eso no justifica lo que te hicimos-se disculpó Esther.

Leire, la otra chica, tampoco se pronunció ni quiso pedirme disculpas ese día. Yo sabía que a ella no le agradaba para nada que sus "amigas" se metieran con ella. Espero un momento; vuelve el ataque de ansiedad. La chica nueva ya se ha hecho a las otras. Llevo un tiempo observando que Leire las ha dejado. Bueno, sigo: Leire se fue nada más terminar el desayuno. Me dije que tenía que intentar averiguar el motivo por el que esa chica era tan seria. Conforme pasaban los días me di cuenta de que siempre iba vestida de negro; unos días por completo y otros, normalmente, con algo negro conjuntado con otra prenda de distinto color. Tenía unos ojos verdes de gato que parecían no tener fin en un mundo muy cruel y real llamado tristeza. Su pelo, largo y moreno, solía estar castigado atado a una coleta baja o un moño. Sara era todo lo contrario. Era una chica un poco gordita y morena, con unos serenos ojos marrones. Al contrario que a Leire, a ella se le notaba una chica segura y envidiosa. Me di cuenta en seguida. Y luego estaba Esther. Esa chica de pelo negro y unos ojos azul cielo, (como los míos). Era segura pero indecisa, y me di cuenta de que solo le seguía la corriente a Sara por tener a alguien. Tanto a mí como a Leire, durante las semanas siguientes, nos empezaron a hacer la vida imposible. En el insti nuevo al que iba, no tenía a nade. Aunque nada nuevo pasaba; simplemente todo el mundo se reía de mí por mi situación, ya ves tú qué pérdida de tiempo. Pero aunque diga pérdida de tiempo y haga como que no me importa, si ahora mismo me está dando este ataque de ansiedad, es, en parte, por eso. Antes no me importaba demasiado, pero con el paso del tiempo me va importando más lo que piensen o digan sobre mí los demás. Qué asco de vida. ¿Qué habré hecho yo para merecer esto? Y empiezo a llorar mientras me lo pregunto. Escribiré para distraerme. Como iba contando, en el insti digamos que soy bastante "popular" por lo del accidente. Al parecer todo el mundo lo sabe y no es que precisamente quieran ayudarme, no. Más bien van contándolo todo por ahí solo para hacerme daño. Algunos chicos y chicas de mi orfanato también van a mi instituto, y algunos se ríen cuando a los abusones les da por hacerme alguna que otra bromita. Es muy duro tener que lidiar con que te has quedado sin padres, como para tener que aguantar que cuatro tontos se rían de ti por ello. En realidad, no dejan de darme pena, pues tener que reírse de las desgracias de una compañera deja mucho que desear y les define como el tipo de persona que son, Bueno, creo que me tengo que ir a cenar, luego seguiré.

LA LLUVIA EN LOS CRISTALESWhere stories live. Discover now