Capítulo 1

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Lizz Murphy

Alejo el móvil de mi oreja al oír por quinta vez la misma vocecita molesta mandándome al buzón de voz.

No contesta.

—¡¿Por qué me haces esto?! —grito su nombre mentalmente. Llevaba tiempo sin contestarme una sola llamada. Como si la misma tierra se lo hubiera tragado.

Unas personas se me quedaron viendo mal. Yo solo intento mirar a otro lado, no era mi intención hacer un escándalo al frente de una discoteca. En la cual debía entrar al estar mi mejor amiga ahí adentro, posiblemente llorando por su reciente ruptura amorosa.

Solo deseaba que Leslie no bebiera demasiado, tenía esa mala costumbre de jalarle el cabello a cualquier persona inocente que viera. Y eso me incluía a mí.

Al entrar lo primero que recibo es un codazo de un tipo totalmente ido.

—Fíjate que para que tienes ojos.

—Espero que no para ver a tipos como usted —respondo de mala gana sin mirarlo, presionando donde me dolía por el golpe. Busco con la mirada a Leslie.

—¡Que no! ¡Lizz ya va a venir! —grita intentando que unos tipos no se sienten en su mesa. No estaba ebria, pero si enojada.

Cuando me ve Leslie corre a abrazarme, y me lleva a rastras hasta la mesa que ella protegía con toda su voluntad.

—Que ya vino —Me abraza todavía, apretujándome por el cuello—, ¡Largo!

Esos tipos se marchan de mal humor, realmente no entendía si querían quedarse con la mesa que eligió Leslie o pedirle la noche. Aunque ninguna de las opciones era algo que ella aceptaría.

—También es un gusto verte, Leslie —La hago soltarme para sentarnos. Desde donde estábamos se podía ver a las personas bailando como si fuera la última canción.

—Llegas tarde —afirma, levanta el cóctel que se pidió—. Si no llegabas estaba dispuesta a patear a esos tipos.

—Lo sé —Me quito mi abrigo. Afuera estaba haciendo un clima fresco por ser de noche, pero aquí adentro era demasiado caluroso.

Un buen rato después, posiblemente unas dos horas. Leslie a tope, no podía pronunciar el nombre de su ex sin llorar, sin embargo, siempre terminaba riendo. Murmuraba de vez en cuando que él era un infiel, que deberían operarlo para que no tenga descendencia; un tipo como él no tiene el derecho a tener hijos.

—¡Leslie! No te duermas. No pienso cargarte hasta afuera —informo, moviendo desesperadamente su brazo hasta que despierta.

—Que no, que no. Yo de aquí salgo bien parada.

Y se vuelve a recostar en la mesa, con un poco de baba en la boca; tumbando algunas de las copas que pidió, pero sin llegar a romperlas. Tenía los ojos llorosos, esos hermosos ojos verdes habían llorado demasiado por una persona que realmente nunca valió la pena. Igual siendo su relación más larga.

El bar estaba cerca de nuestra mesa. Mientras bebía mi segundo Mojito las personas abajo bailaban a trompicones, con un cigarro en la mano y en la otra una botella de alcohol. Y los menos afortunados, pero con más inteligencia que posiblemente todos los presentes, se vomitaban en los maceteros al estar los baños atascados o abarrotados de gente. No tenían de otra.

El camarero se acerca con una sonrisa en la cara, nunca había visto a alguien disfrutar tanto de su trabajo. Aunque ver borrachos hacer el ridículo quizás tenía su gracia.

—Están de suerte, señoritas —pronuncia alegremente mientras procede a sacar un cartel pequeño—. Los fines de semana celebramos los despechos y tragedias de los demás, así que organizamos «El fin de semana de los rechazados». Consiste en que, si logran probar que fueron rechazados, se le cobrará sólo la mitad de lo bebido más una botella gratis de ron.

En aquel entonces(EDITANDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora