Prólogo

781 57 1
                                    

La muerte, al igual que la vida, quiso también tener sus hijos. Nosotros somos los que caminamos en la noche, hijos bastardos de una madre sin alma.

La luna brilla sobre mi cabeza, como un ojo omnipresente que vigila cada uno de mis pasos. En ocasiones somos viejos amigos que frente a una copa echamos fuera nuestras mierdas, en otras, simplemente cierra su párpado oscuro hasta quedar hecha una ranura con una mirada recelosa. En fin, no hay amistad perfecta.

Una lluvia ligera cayó hace apenas algunas horas. Las calles de la ciudad brillan con esa luz fantasmal que se forma en el pavimento por el pasar de los vehículos con sus faros encendidos. Es medianoche, hora perfecta para salir a cazar.

Vestido con un pantalón de cuero negro, una camiseta del mismo color y mi abrigo largo hasta las rodillas, paso desapercibido entre los que buscan algo de diversión, oculto entre las sombras.

Mi padre me ha enviado a buscar un vampiro salido de control, si continúa por el camino que ha escogido, tendremos cazadores humanos jugando a la guerra en la ciudad. Una cosa es encargarnos nosotros mismos de nuestra propia basura a tener que soportar a un grupo de fanáticos humanos que no tienen una idea clara de en lo que en realidad se están metiendo. Al final tengo que matarlos al igual que a los infractores que persigo.

A la larga los humanos son una molestia necesaria. Si los extermináramos, ¿Qué nos va a alimentar? Y si les dejamos saber lo que somos, simplemente nos perseguirían. La superioridad numérica puede hacer que la historia tenga un mal desenlace.

Camino lentamente, la ciudad no duerme, es una ventaja de este último siglo.

Varios chicos, calculo que tienen más o menos veinte años, caminan animados, jugando y dándose empujones. Los humanos son seres extraños, viven creyendo que son los máximos depredadores de la cadena alimenticia, ¡Si tan solo supieran del peligro tan grande que corren al caminar en los dominios de la noche!

Sin una buena razón empiezo a seguirlos a una distancia prudente. Los chicos llegan hasta un club nocturno. Ya he entrado antes allí, mucha carne con poca ropa, he mordido a un par de buenos culos en ese lugar. Pensando seriamente en darme un rápido, me dirijo a la entrada. La fila es extensa, pero logro pasar con la mínima molestia. Mi ser entero existe para seducir a mis víctimas, mi fuerza física no es algo que necesite, solamente lo utilizo contra los de mi propia raza, los humanos son fácilmente hechizados por mis encantos.

Adentro todo está como es de esperarse. Música a todo volumen, cuerpos sudados contorsionándose en la pista de baile; nada que no haya visto antes.

Utilizando unos tapones en los oídos logro filtrar la música que suena demasiado fuerte para mis sensibles sentidos.

Rodeando la pista de baile llego hasta la barra, unas cuantas copas de algo fuerte causan una reconfortante sensación en mi boca y garganta y recorre el camino hacia mi estómago. No es que me vaya a emborrachar, es simplemente algo distinto a la sangre, el sabor del alcohol me gusta. Estoy por pedir mi tercer trago cuando lo veo.

La cosita más sexy que haya visto en los últimos cien años baila como si la vida se le fuera en ello. El cabello largo hasta la nuca, unos rizos sueltos que le caen suavemente por su rostro, del mismo color del trigo antes de ser segado, acarician una cara angelical que acompaña a un cuerpo que es la encarnación del pecado.

No puedo evitar sonreír con cuidado de no mostrar los colmillos, aun en su estado de reposo, su filo suele llamar la atención de algunos humanos curiosos. El chico sigue bailando sin saber que lo vigilo, contorsionándose al ritmo de la música, tentando a todos los hombres y mujeres que lo ven moverse con tanta soltura. La idea de dejar pasar un bocadito, de metro setenta y cinco de dinamita pura, no es algo que un vampiro con sangre en las venas haría.

Slave | JaeYong #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora