Capítulo 20

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Todo es posible con el entrenamiento suficiente. Una frase que todo guerrero debe aprender, independientemente de su estilo de pelea. Tanto artistas marciales como espadachines, lanceros, arqueros y más debían entrenar sus habilidades al máximo para sacarles el mayor provecho. Pero no basta con saber asestar golpes, eludirlos es una habilidad más que necesaria para sobrevivir. Es más probable que el ganador de un combate sea aquel que sepa esquivar y apenas atacar contra quién solo sepa atacar sin esquivar. Bloquear los ataques también es eficiente y requiere menos habilidad que esquivarlos, pero uno siempre termina asumiendo una pequeña parte del daño en el proceso. El rival más temible nunca será el del golpe más fuerte, ni el del cuerpo más resistente o los movimientos más ágiles, sino aquel capaz de desviar los ataques de su enemigo. Nada requiere más habilidad que frenar un ataque a la mitad y desviarlo por completo, evitando por completo cualquier daño y rompiendo la postura del enemigo, una situación que significa la muerte de forma casi segura.

Toda su vida se había dedicado a alcanzar la habilidad necesaria para repeler los ataques, pero en su lugar consiguió algo igual de letal. Parar un golpe requiere conocerlo, saber de donde viene, en que momento apartarlo y como hacerlo. Esperaba aprender como desviar al memorizar todos los ataques que veía, adquiriendo inconscientemente la habilidad para imitarlos de forma casi perfecta y con solo haberlos presenciado. Lo dominó todo, toda arte marcial de su época se volvió un simple conjunto de movimientos que imitar. Viajaba de escuela a escuela para retar a los maestros, quienes perdían ante una mera imitación de sus propios movimientos. Incluso sin experiencia con un arma, venció a maestros espadachines simplemente replicando sus movimientos. Todo el que se enfrentó a él sabía que no fue capaz de asestar un solo golpe por su cuenta, absolutamente todos sus movimientos eran copiados del rival contra el que peleaba, ganaba solo contraatacando.

Eventualmente, la gente dejó de aceptar luchar contra él. Tener un rival contra el que ganar resultaría imposible no era una idea agradable. En cambio, él los veía como simples aspirantes a muy poco, si él pudo dominar la técnica de la imitación, otros podían, pero nadie quiso seguirlo. Intentó transmitir su conocimiento a otros luchadores, pero fue rechazado por la comunidad. Un retorcido sentido de honor le hizo sentirse miserable al ver que todos lo rechazaban, por lo que se propuso acabar con todos los que despreciaron el trabajo de su vida. Durante una noche, desafió a muerte a uno de los muchos que se negó a aceptar su tutela, un simple campesino que esperaba derrotar fácilmente, simplemente un calentamiento antes de ir por los demás. Aquel arte que él buscaba dominar en un principio fue la causa de su perdición, una persona de granja común y corriente pudo repeler uno de sus golpes con éxito. Armado solo con una tapa de cacerola como escudo y un kunai que usaba en su terreno, su rival usó en su contra su propia habilidad como imitador. Un ataque fuerte pero intencionalmente lento con la daga improvisada provocó que la réplica fuera igual de lenta, asestar semejante puñalada hubiera sido letal pero un movimiento con el brazo donde llevaba la tapa apartó su mano desarmada. La técnica de imitación pulida por tantos años fue superada por el arte del rechazo en un solo instante. La herramienta clavada en su estómago no solo lo mataría en un un par de horas por la pérdida de sangre, terminaba de confirmar la teoría que había desarrollado varios años atrás. No temas a quien te supere en fuerza, resistencia o rapidez, teme a quien pueda detenerte.

- Te has encontrado con un terrible destino ¿No es así? -en su lecho de muerte, ese hombre apareció.

Con ojos que parecían rubíes, piel blanquecina y afilados colmillos, usó solo algunas palabras para convencerlo de dejar atrás la vida humana y volverse su sirviente. Había visto claramente la habilidad como imitador que adquirió únicamente observando y sabía que esta le sería de gran utilidad no solo a él, sino a cualquier otro interesado en aprender. A cambio de convertirlo en un demonio inmortal, él sería quien entrenaría a los reclutas más prometedores para su ejército. Un trato sencillo que no tardó en aceptar. Dejando caer un par de gotas de sangre en la herida del kunai, la transformación empezó. Ardiendo desde dentro, cada célula de su cuerpo fue destruida para reemplazarse por una copia mejorada, incapaz de soportar el sol pero que se podía regenerar de forma casi ilimitada. Cuando la agonizante transformación terminó, su salvador le ayudó a ponerse de pie, retirando de su estómago el arma incrustada.

Filo de un Espejismo [Kimetsu no Yaiba OC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora