◇This isn't how our story ends.

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Hoseok daba vueltas en la pequeña habitación de la posada sin saber bien qué hacer. Había estado decidido a seguir adelante en su plan de reconquistar a Wonnie, pero luego de ver la mirada de odio que le echó cuando lo sacó a empujones de la librería ya no estaba tan seguro. Wonnie parecía haber empezado de cero en otro lugar, entonces si él lo amaba como decía amarlo —porque lo amaba, de eso estaba seguro como nunca antes lo había estado de ninguna otra cosa— quizás debía dejarlo en paz y que Wonnie olvidara todos los malos recuerdos. Pero una parte suya no quería darse por vencida. Necesitaba que Wonnie supiera que él no había querido hacerle daño. Que lo extrañaba, que su corazón sólo latía por él. Que su vida ya no tenía sentido sin él. ¿Qué debía hacer? ¿Habría recibido las flores? ¿Las habría tirado?

Agarró su mochila y juntó sus cosas. Si Wonnie había decidido apartarlo de su vida él no quería seguir siendo la causa de su infelicidad. Su celular vibró sobre la cama.

'El repuesto está en camino, llegará esta tarde'.

Bajó a la recepción y le pidió a la señora YiRen que le prestara papel y lapicera. HyungWon no quería escucharlo, quizás una carta fuera lo mejor. Cuando terminó, guardó la carta en el libro que Wonnie le había regalado aquella vez y bajó su mochila. Le agradeció la atención a la dueña para luego dirigirse hacia el taller.

A mitad de camino decidió pasar una vez más por la casa de Wonnie. Cuando estaba a punto de tocar a su puerta vio en el contenedor de basura las rosas que le había mandado esa mañana. No le extrañó, pero si le dolió. Wonnie había sido claro en su respuesta. Debía salir de su vida.

Llegó al taller y le preguntó al dueño si podía esperar el repuesto ahí, que una vez que llegara él mismo se encargaría de cambiarlo.

Unas horas después, el repuesto llegó y él se preparó para empezar a trabajar. Quería salir de ese lugar lo antes posible.

—¿Qué estás haciendo? —una voz infantil se coló entre el ruido de las herramientas contra el metal.

Hoseok giró la cabeza y se encontró con el niño explorador de las fresas.

—Hola, amiguito. ¿Quieres ayudarme?

El niño miró al dueño buscando su aprobación y recién cuando el hombre consultó con la madre del niño, este se puso a aplaudir emocionado.

Un rato después ambos estaban con la ropa toda manchada de aceite y grasa.

—Vaya, eres un buen ayudante, Minnie. Te llevaría a trabajar conmigo. ¿Qué dices?

—Me llamo Binnie, no Minnie. Eres un poco tonto... pero me caes bien.

Los hombres se echaron a reír y el dueño sirvió un poco de café.

—¿Se irá esta noche? —le preguntó a Hoseok que estaba lavándole las manos a Binnie.

—Si, ya es hora de volver a casa —respondió.

Tomó la taza de café que el hombre le ofrecía y Binnie sacó de su mochilita una cajita con galletas. Le ofreció una a cada uno y luego se puso la mochila al hombro.

—¿Es un libro de cuentos? —preguntó el niño señalando el libro sobre la mochila de Hoseok.

Hoseok asintió.

—Es una historia muy bonita.

—Me gustan mucho los libros.

—Pues eso es muy bueno, Minnie —el niño frunció el ceño y Hoseok rio— Binnie, Binnie. Perdón. Puedes quedártelo si quieres —dijo agarrando el libro—. Yo ya no lo necesito...

Nobody ElseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora