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Pov. Narrador

-¡No soy Lisa!

Un hombre con aspecto de gnomo irrumpió en la habitación, con los ojos vidriosos y el cabello gris.

-No esperabas verme ¿Verdad?

Jennie suspiró, repentinamente extremadamente cansada.

Dani Hudson.

Mientras tomaba su medicación, era un hombrecillo dócil.

Obviamente se había saltado algunas dosis.

-No, no esperaba verte-dijo-Tu cita no es hasta la próxima semana.

Lidiar con Lisa y la multitud de emociones que provocaba en ella, la había dejado exhausta.

Quería irse a casa, disfrutar del amor poco exigente de su perrito y luego meterse en la cama.

Definitivamente no se sentía con ganas de tratar con Dani Hudson.

Se inclinó sobre el escritorio, su rostro a centímetros del de ella.

-Pensaste que no me daría cuenta-gruñó.

-¿Qué averiguaste, Dani?

-Las pastillas. Tú y mi esposa están tratando de envenenarme. Pero estoy sobre ti. No tomaré más.

Jennie se frotó el nudo en la nuca que siempre aparecía hacia el final de los días particularmente difíciles.

-Así que dejaste de tomar tu medicación. Dani, tu sistema está desequilibrado. Necesitas esos medicamentos. Ya hemos discutido esto antes.

-¡No!

Jennie saltó, cuando él golpeó con su pequeña mano la parte superior del escritorio.

Dani era propenso a fantasías paranoicas e hiperactividad, pero nunca antes había exhibido tendencias violentas.

Por un breve momento consideró el hecho de que estaba sola con ese hombre irracional.

Inmediatamente descartó el pensamiento.

¿Por qué de repente veía peligro a cada paso?

Primero la escena afuera de su casa anoche y ahora un hombre más pequeño que ella.

Podía manejar la situación por sí misma.

Para eso fue entrenada.

Nunca había temido a un paciente... antes de Lisa Manoban.

-¿Por qué no te sientas y hablamos de esto?-dijo, manteniendo la voz tranquila.

-¡No!

Cogió el abrecartas de su escritorio y la miró fijamente con sus pequeños ojos salvajes, y desenfocados.

Tuvo que hacer un esfuerzo para no estremecerse.

Ella no debía permitir que él, tenga la sartén por el mango.

Moviéndose lentamente, manteniendo el contacto visual, se puso de pie.

-Siéntate, Dani-le ordenó con firmeza.

Pero él se alejó y se movió a través de la habitación.

-¡No me espíes!-gritó, apuñalando las cortinas repetidas veces, aunque el abrecartas no penetró el material suave y pesado-¡Te vas a arrepentir!

La amenaza, emitida con su voz aguda, fue casi cómica.

Casi.

Estaba de pie en su escritorio, su corazón martillando contra sus costillas, mientras un escalofrío de miedo le recorría la columna a pesar de sus mejores esfuerzos para negarlo.

Doppelgänger/Jenlisa(G!P)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora