-Emily hija, ven aquí- mi madre señaló el lado libre que había junto a ella.
Asentí en silencio y acorté la distancia que nos separaba.
-Mi pequeña Emily- sonrió levemente acomodando un mechón de mi cabello tras mi oreja-Mi hija adorada, el momento llegó, es hora - tosió- Pero antes de irme necesito pedirte un último favor.
-Lo que quieras mamá- hable mientras tomaba su mano con fuerza e intentaba que las lágrimas no abandonaran mis ojos.
-Cuida de tu hermano y de tu padre- cerró los ojos por un instante- Se que estoy pidiéndote mucho, pero créeme que no lo haría si no supiera que eres capaz de hacerlo ; eres fuerte, no solo de aquí- señaló mi corazón- También lo eres aquí- llevó su mano a mi cabeza a la vez que sonreía nuevamente- Confío plenamente en que sabrás como hacer para sacar a esta familia adelante, ellos van a necesitarte, así como tú los necesitarás a ellos.
-Pero, yo no podré hacerlo sin ti mami- sollocé- no te vayas por favor, no nos dejes.
Ella me dedicó una mirada cargada de amor y tristeza.
-Nunca me iré mi niña- acarició mi rostro- Siempre estaré junto a ustedes, recuerda nunca perder la esperanza, se buena con las personas y busca siempre dar lo mejor de ti.
-¿Por que le sucede esto a nuestra familia?- lloré- no puedes irte, no puedes.
-Todo pasa por algo Emily, tal vez no lo comprendamos al instante pero tarde o temprano lo haremos.
Mi madre intentó tocar mi rostro nuevamente, pero no se lo permití.
Comencé a retroceder lentamente sin despegar la mirada de ella.
Su piel estaba pálida, su cabello desparramado por la gran almohada, las sábanas blancas la protegían del frío, sus ojos estaban más apagados que nunca a pesar de que ella intentara simular lo contrario.
Sin embargo, aquella mujer era mi madre, y siempre se veía hermosa, aún estando al borde de una inminente muerte.
La persona que años atrás había participado de los Cuadragésimos segundos Juegos del Hambre, la mujer fuerte que regresó a su hogar trayendo orgullo a los habitantes de este.
Esa misma persona yacía inmóvil en una gran cama, víctima de una extraña enfermedad que se había adherido a ella meses atrás, sin dejarle ningún futuro con el que soñar junto a sus dos hijos y el amor de su vida.
Las lágrimas descendían por mi rostro sin parar mientras la observaba.
No podía ayudarla, no podía hacer nada por mi madre. En ese momento lo único que salió de mi fue el impulso de alejarme de allí, por lo que sin pensarlo mucho, salí corriendo, bajé las escaleras, ignoré la mirada de mi pequeño hermano de ocho años y salí de la casa.
Corrí sin parar dejando mis huellas en la fresca y blanca nieve que cubría las calles, al menos hasta que llegué al gran árbol que crecía junto al cerco electrificado que rodeaba el distrito.
Una vez allí me dejé caer de rodillas, sintiendo como los copos de nieve caían en mi cabello y la gélida brisa golpeaba mi rostro.
Nada de lo que estaba sucediendo era justo.
Suspiré entrecortadamente al oír la voz de alguien llamándome.
Me puse de pie con tranquilidad, sacudí mi pantalón y aguardé a que mis piernas regresaran a la normalidad ya que, tras haber estado lo que al parecer fueron horas sentada, estas se habían adormecido.

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Los Juegos del Hambre: Envuelta en llamas #2
Fiksi Penggemar"El ciclo siempre se repite, una y otra vez" Era lo único en lo que Emily creía fielmente. Nada cambiaría. Nunca. . . Después de todo, nada lo había hecho luego de cinco años. Solo ella. A tal punto que ante cualquier destello de esperanza de algún...