🥀🖤. II. 🥀🖤

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Bruce Hackman

(Hace veinticinco años, 1975)

La música en la radio del coche suena muy animada. Mis dedos van repiqueteando en el volante del coche al ritmo de esta. Mi esposa va a mi lado de copiloto y mi hija va detrás cantando las canciones que suenan.

La miro a ratos por el espejo retrovisor del coche, y no puedo evitar esbozar pequeñas sonrisas cuando la veo, y más cuando nuestras miradas se cruzan y ella me devuelve el gesto de manera inocente y tímida a pesar de ser su padre.

Ella es lo más importante que tengo en la vida por encima de todo. No permito que nadie le haga daño, ni en el cole ni en ningún otro sitio. Y aunque no la engrío y hay veces que le tengo que llamar la atención por cosas que ella hace y que no están bien, lo cierto es que mi hija es la número uno de mi corazón.

Es el complemento perfecto para que un corazón negro como el mío se ablande y se aclare, que todas las llamas de furia dentro de mí se apaguen, que mis problemas pasados y actuales se esfumen, y siempre le estaré agradecido a mi esposa por darme a tal niña tan significante para mi vida.

Las dos se han convertido en mi familia, y nada me lo va a arrebatar. Nunca he estado dentro de una, y creo que ya va siendo hora de que todo con lo que me crie en el pasado se vaya y centrarme solo en ellas.

Nací de una madre y un padre que no tenían una casa de verdad en la que dormir. Vivían dentro de una autocaravana robada, en la que me crie junto con un hermano mayor y con ellos. Trataban de darnos lo mejor según nuestros padres.

No fuimos al colegio ni al instituto. Siempre nos encubrían diciendo que estábamos perfectamente en donde nos encontrábamos, encerrados en esas cuatro paredes con ruedas sin hablar con casi nadie. Mis padres no solían estar mucho en casa, o bueno, si es que a eso se le podía llamar casa. Mi hermano mayor se quedaba conmigo, pero tampoco es que me hiciera mucho caso.

Básicamente, todo lo que había dentro de esa caravana eran trastos robados que mis padres conseguían, y nunca los pillaban, y por ello, cuando mi hermano cumplió los dieciocho años, cuando yo apenas tenía once, le dijeron que ya era hora de realizar su primer hurto para "colaborar" en "casa".

Y con toda su actitud contestalona y pasota, él se negaba rotundamente, pero fue obligado ya que papá y mamá lo amenazaron con echarlo de la caravana si no lo hacía. Y, ¿a dónde iría? No conocíamos a nadie. No teníamos amigos ni estudios de ningún tipo. De modo que, se vio forzado a ir.

Y, tras atracar un banco, Emerson, mi hermano, se detuvo en plena huida de la policía porque él sufría de asma, y como se puede suponer, nunca fue a ningún hospital para que le ayudasen de alguna manera. Se la tendría que haber comido hasta el día final de su vida, y resultó ser que ese día fue ese mismo.

Antes de que la policía llegara, sufrió tanto del asma nunca tratado en su vida y cayó al suelo, dándose un enorme golpe en la nuca, destrozándosela, al caer encima del respaldo de un banco de la calle.

Cuando mis padres volvieron, me lo explicaron de la mejor forma posible, pero yo solo respondí a base de gritos e insultos dirigidos hacia ellos, diciéndoles que ya no quería esa vida, que acabaría muerto si seguía con ellos, que solo se importaban ellos mismos y que yo no iba a pagar las consecuencias de sus estupideces ni de sus pocas ganas de buscar un trabajo y tratar de ahorrar para poder vivir en un lugar medianamente decente, no en un apartamento o en una mansión, pero sí en un piso que estuviera en mejores condiciones que esa ratonera en la que vivíamos, o al menos, que yo viví hasta ese día, porque me fui.

Me fui sin rumbo, sin querer volver a verle la cara a ninguno de los dos idiotas que eran mis padres. Estaba furioso, enrabietado, con lágrimas en los ojos, prometiéndome a mí mismo que nadie más en mi vida me volvería a hacer sufrir, no a mí. Solo voy a pensar en lo que me conviene, en poder ser lo que hasta ese momento no pude ser nunca: feliz. 

Síndrome de Estocolmo [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora