﹙★﹚ Jung Hoseok desde pequeño es considerado un Omega perfecto por lo que él ha decidido que se merece también a un alfa perfecto, aunque esta búsqueda parece demasiado imposible, en especial cuando un espeso vecino salvaje se cruza en su camino.
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Jung Juwon, por primera vez en dieciséis años, estaba preocupado.
Sabía que ese momento tendría que llegar algún día, que su cachorrito Omega se haría mayor y saldría con alfas, pero, para él, Hoseok aún era su pequeño.
Su pequeño había ido a un baile y aunque suplicó y rogó a su Omega que le dejara ir al instituto a espiar, Yejun se lo había prohibido rotundamente, así que no le había quedado más remedio que esperar en casa sentado en el viejo sillón del salón que había situado delante de la puerta con la lámpara del salón encendida y un viejo libro como compañía.
Como no podía hacer nada para vigilar a su hijo menor, le pidió a los gamberros de sus hermanos que le espiaran durante toda la fiesta y que no lo dejaran a solas con ese jovencito lleno de hormonas ni un solo instante, pero sus hijos eran unos tarambanas y seguro que se habían olvidado de su hermano en cuanto llegaron al baile.
Su último recurso antes de resignarse a perder a su pequeño Omega había sido pedir a Yoongi que compartiera el auto de alquiler con sus hijos. Con suerte esos dos volverían a las andadas y pasarían todo el tiempo discutiendo, sus parejas se cansarían de ellos y su Hoseok volvería a casa diciendo que odiaba a todos los alfas y los bailes.
—Dios, por favor, que vuelva a casa despotricando del vecino y no con una sonrisa radiante de «me he besado con un joven alfa y quiero más» —rezó Jung Juwon antes de que la puerta de su casa se abriera con brusquedad y su hijo menor entrara descalzo y gritando.
—¡Odio a Min Yoongi y no pienso volver a ir a ningún estúpido baile con alfa alguno! ¡De hecho, no pienso salir con ningún alfa! ¡Nunca!
—Gracias, Dios mío —murmuró Juwon antes de levantarse del sofá para calmar a su hijo.
Sus hermanos, que entraron tras él, intentaron calmarlo y muy pronto no tardó en unirse a la reunión Yejun, que salió de su habitación en la planta superior dispuesto a solucionar una vez más el enfado que su hijo tenía con el vecino.
Cuando el papi de Hoseok entró al salón adormilado, terminó de despertarse de golpe en cuanto vio a sus hijos con las ropas destrozadas y llenos de morados peleándose, a su hijo Hoseok buscando la escopeta de perdigones con el traje de noche y descalzo, y a su marido persiguiéndolo una vez más portando el folleto de ese instituto «sólo de Omegas», que no paraba de sacar en cada conversación desde que se había dado cuenta de que Hoseok ya no era un pequeño cachorro.
—¿Qué demonios pasa aquí? —gritó Yejun a pleno pulmón poniendo fin a todo el alboroto.
—Hoseok odia a los alfas y las fiestas —contestó Juwon muy ilusionado.
—Mis hermanos se han peleado en el baile —cotilleó Hoseok en un intento de distraer a su papi de lo que estaba haciendo.
—Yoongi ha besado a Hoseok… —comentó Jungkook evitando la mirada furiosa de su progenitor Omega.
