Miro el reloj que se encuentra en la pared, falta diez minutos para las seis es la hora que quede con Ian en vernos.
Aliso las manos por el chándal que llevo puesto y pongo el libro que utilizaremos para crear el ensayo, acomodo todo encima de la mesa y reviso mi celular mientras espero a que el tiempo corra.
Lo dejo en mi bolsillo cuando escucho que la puerta es tocada, me dirijo a abrirla.
—Hola, pasa— le indico a Ian en el momento en que la puerta es abierta entra observando mi casa como si no hubiera entrado antes ya.
Mientras Ian toma asiento en el sofá en el cual ya estuvo antes, me pregunto si le ofrezco algo para tomar o lo dejo así, pues la última vez no resulto bien. Salgo de mis pensamientos notando que estoy parada casi al frente de Ian y tengo su mirada puesta en mí, así que opto por la primera opción.
— ¿Quieres algo de tomar? — Ian sonríe y me trae el recuerdo de la noche en la que llego herido. ¿Cómo llego a su casa así herido? ¿Sus padres qué le habrán dicho? ¿Vivirá con sus padres? Vuelvo al presente al oír la voz de Ian
—Claro, creí que no me ofrecerías— dice sonriendo con arrogancia, lo fulmino con la mirada y me guiña un ojo.
Camino hacia la cocina, abro el refrigerador y saco el refresco de mango, lo sirvo y regreso a la sala miro al sillón y Ian no se encuentra ahí.
Se encuentra en la estantería de los recuerdos donde se encuentran las fotos que mi madre y yo hemos llenado.
Me acerco a pasos lentos mirando las fotos de cuando era más pequeña con papá y mamá, unas con el perro. Se llamaba Doguie, cuando tenía 5 años papá me lo regalo, ya que era un hombre de negocios que lo hacían viajar demasiado, así que me dio a Doguie en navidad diciendo que aquel perrito me serviría de compañía cuando él no estuviera. —Es mi papá— digo y Ian se gira mirándome extrañamente
— ¿Y dónde está? — pregunta con curiosidad. Miro la foto con nostalgia y luego dirijo la mirada hacia él
—Murió hace un año— digo y trago saliva con dificultad Ian abre los ojos en asombro.
—Yo... lo siento... no quería... preguntar— dice rascándose la cabeza con evidente nerviosismo y asiento, disipando el sentimiento de tristeza e indicándole que no pasa nada mientras extiendo la mano entregándole el refresco, lo recibe y me da una sonrisa tímida ¿tímida? ¿Ian el arrogante me dio una sonrisa tímida?
—No pasa nada— digo cuando noto que sus mejillas se tiñen levemente de un color rosado, si no supiera que es un arrogante engreído diría que se ve tierno.
—Emm, entonces empecemos a realizar el ensayo— digo para disipar el momento que se torna incómodo y Ian asiente.
Toma asiento mientras voy por los libros y las libretas. Le entrego el libro cuyo título es Romeo y Julieta; Ian hace una mueca de desagrado. Tomo asiento yo en el lugar que se encuentra diagonal a donde se el se ha sentado. Abro mi libreta lista para leerle a Ian la parte del ensayo que realice.
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Mil barreras para amar ©
Literatura FemininaPara Michelle su vida simplemente era "normal" aburrida y monótona, su padre había muerto en manos de sus deudores o como mejor le dijeron "atracadores" los cuales al no sentirse satisfechos quisieron cobrar el resto de sus deudas con ellas, logrand...