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Mi teléfono comenzó a sonar.

— Lo siento.— el nombre de Shane apareció en la pantalla y lo apagué. — Déjeme ver si entiendo, dice que tiene sospechas de que su vecino...vende drogas.— miré a la mujer mayor sentada frente a mí, con algo de incredulidad.

— Sí, señorita

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— Sí, señorita.— asintió y afirmó su bolso con fuerza.— Tiene el cabello largo y siempre llega tarde a casa, y...— mi teléfono volvió a sonar.

— Disculpe.— repetí.— ¿Entonces usted...— cerré mis ojos con frustración al oír el tono de llamada una vez más.

— ¿Va a contestar o...— señaló el aparato.

— Lo lamento, vuelvo enseguida. — le sonreí tímidamente y me puse de pie, alejándome.

Caminé unos cuantos metros hasta estar en la puerta.

— ¿Qué es lo que quieres?— contesté. — Estoy tomando una denuncia en este momento. — esperé por una respuesta, pero solo podía oír la respiración del hombre desde el otro lado de la línea. — ¿Shane?

Doctor Harris, se solicita su presencia en urgencias. — una voz, algo distorsionada, se oyó.

— Shane, ¿dónde estás? — quise saber.

Rick está herido.— soltó.

Mi corazón se detuvo.

— ¿Qué?

Le dispararon en la persecución. — siguió hablando.— Tengo que cortar, lo acaban de ingresar. — no pude decir nada.— Estamos en el Grady Memorial, Max, te veo aquí.

La comunicación se cortó y mantuve el teléfono en mi oreja, sin lograr reaccionar.

Mi mirada se perdió en el cuartel, viendo a mis compañeros ir y venir sin saber nada de lo que sucedía.

Permiso, Max.— Hunter me hizo a un lado para poder pasar, sacándome de mi burbuja.

Caminé hacia mi escritorio, pasando una mano por mi rostro.

— Que bueno que volvió, acabo de recordar unos detalles.— la mujer me sonrió.

— Señora Davis, tengo que irme con urgencia. — tomé mi chaleco de la silla y lo puse en mis hombros.— ¿Ve a ese oficial? — señalé a un compañero.— Él tomará su declaración, lo siento.— abrí un cajón para sacar las llaves de mi auto.

— Yo...ah...— ni siquiera tuve tiempo de dejarla hablar, porque corrí hacia la salida y las llaves temblaban en mis manos.

Mi auto no estaba lejos, pero sentía que mis pies iban cada vez con más lentitud, aunque corría lo más rápido que podía.

Entré al vehículo y traté de mantener mis manos estables para poder encender el motor.

— Maldición.— intenté poner la llave.— Maldición.— no logré hacerlo, otra vez.— ¡Mierda, mierda, mierda! — golpeé el manubrio cuando las llaves cayeron.

𝐑𝐄𝐓𝐔𝐑𝐍 || 𝚁𝚒𝚌𝚔 𝙶𝚛𝚒𝚖𝚎𝚜Donde viven las historias. Descúbrelo ahora