Cuando estoy en el balcón, me dedico a observar a los invitados que comen, beben y bailan. Los listones se arrastran por el suelo, algunos se tensan y otros se unen. Sin embargo, son pocos los que se unen por sí solos. Otros tienen tres extremos, otros tan solo dos.
Dependiendo del color del listón es el tipo de amor que la persona está dispuesta a dar. Los de color rojo son los más pasionales, los más cariñosos, a veces los más fieles. Los verdes son los que tienen su ideal de pareja en las nubes, sus estándares son inalcanzables. Así se dividen desde morados hasta naranjas.
Mi vista se pierde entre los sacos negros de los hombres y me hipnotiza el movimiento de sus listones; para unirlos necesito bailar con ellos e intercambiar parejas, ocasionar algún desastre y ganarme el odio de las señoritas. Necesito que ellos tomen la iniciativa para hablarle a su otro extremo: desde ayudarlas a desatorar su vestido de la mesa, hasta levantarlas en una caída "accidental" durante el baile.
Mis planes estratégicos se ven afectados por la interrupción de una voz señorial; la directora pone a mi lado un plato con una rebanada de pastel:
—Buenas noches, Alessia. ¿Disfrutas la vista?
Aquí vamos otra vez.
—Por supuesto, los vestidos de las belle ragazze son preciosos; hizo una buena elección al elegir la temática del evento en la época victoriana, ¿Qué la inspiro a organizarlo de esta manera?
—Las fiestas de esa época, la moda de esa época y la sociedad son... interesantes. Sólo fue eso lo que me llevó a hacerlo de esta manera.
—Es... ¿Bonito? A mí también me intere...
—Pero—me interrumpe antes de que tenga tiempo de desviar la conversación a otro lado— dejemos de hablar del siglo XIX y centrémonos en el presente; en TU presente, Alessia. ¿Has avanzado en tus terapias?
—Sí, supongo que sí—digo tras un largo suspiro.
—¿Cuáles han sido tus avances?
—Pues... Bueno, puedo... ¿Por qué no le pregunta a la psicóloga? Estoy segura que estará encantada de mostrarle mi expediente.
—Alessia, deja de evadir mi pregunta; no ha sido fácil para ti superar tu filofobia, tu miedo irracional a enamorarte. Desde que Magali me mostró tu diagnóstico no he podido dejar de pensar en lo difícil que ha sido para ti integrarte como alumna en la escuela. Supongo que es aún más difícil en este tipo de eventos ¿Verdad?
Reflexiono y medito bien mi respuesta antes de contestar; debo evitar meter la pata y decir algo que me pueda comprometer.
—La verdad, no. En realidad, la voy superando, creo ya tener un avance del cincuenta por ciento. Incluso—trago saliva antes de concluir mi discurso— ya hay alguien especial para mí.
—¿En serio?
—Sí, muy especial.
—¿Y quién es?
Maldición, no hay nadie así.
—No es de esta institución, es más alguien cercano a mi casa. Pero, me gustaría no compartir detalles. Si me disculpa, me retiro. Esta noche quiero bailar y comer hasta que mi vestido se convierta en harapos.
De forma burlesca (aunque respetuosa) hago una reverencia y tomo el postre que anteriormente había dejado en la orilla del balcón, y huyo de cualquier nueva pregunta que me pueda ocasionar un bochorno.
Filofobia: miedo irracional a enamorarse; en un diagnóstico psicológico de hace 2 años, me detectaron esta fobia. La psicóloga no entendía por qué tenía este "padecimiento", como le gusta llamarle. Solo le gusta decirme que mi miedo me está impidiendo conocer gente nueva y vivir increíbles experiencias "acordes a mi edad". Pronto toda la escuela lo supo: la "filofóbica" de último semestre.
En realidad, mi filofobia sí tiene un por qué, y no es irracional como lo llama Magali. Hace dos años, en mi muñeca derecha, apareció un listón de color naranja: una combinación de amor pasional y platónico; es de un largo de diez centímetros, y en ocasiones tiende a tensarse. Desde que comencé a ver los listones (a la edad de 11 años) me he dado cuenta de lo bello que puede ser el amor, pero no ha pasado desapercibido el dolor que conlleva. Las rupturas y la traición; las mentiras y engaños; el comienzo y el final; la manipulación y las actuaciones. No es algo a lo que esté dispuesta a enfrentar, porque, si bien mi trabajo es unirlos, en ocasiones también es separarlos.
Mi listón o mi perdición, como me gusta llamarlo, lo mantengo oculto con una manga o pulsera negra, atado para que no quede rastro de él. No sé si alguien más que yo, pueda ver los listones. De todas formas me dedico a ocultarlo.
Cuando bajo al salón, me espera el paisaje que llevaba tanto tiempo esperando: Caeli y Simón, tomados de la mano, el listón atado a su muñeca y más juntos que nunca. Desde la distancia a la que estaba podía ver como ambos se reflejaban en los ojos del otro. Los dos radiaban felicidad y amor.
Pero, no son los únicos a lo que les debo brindar ayuda. Al apartarme de esa vista, examino cada listón: hay varios verdes y rojos, algunos amarillos y otros naranjas. De otro lado están los azules o los "juguetones", esos no se toman el amor en serio: solo es un juego en el que deben tener la racha más alta. Es lindo ver como sus listones cambian de color, significa que han madurado.
Mi objetivo es hacer que los listones no estén tan enredados y las parejas logren estar juntas. Un nuevo baile comienza y hay listones que se tensan: sus amores están cerca.
Un chico en la mesa de postres ve el espectáculo algo desanimado; sus ojos solo se fijan en una persona. Para su suerte su muñeca está unida con la de ella.
Me acerco a él y le digo:
—Disculpa mi atrevimiento, ¿Puedes bailar conmigo?
Con los ojos desorbitados, en un tono muy grosero me dice:
—¿Por qué habría yo de bailar contigo?
—¿Hay algo que te lo impida?— sonrío y me pongo a la altura de sus ojos— Podría ayudarte a cambiar de pareja con ella—señalo discretamente a la chica de ojos negros y de piel pálida.
Él voltea los ojos y toma mi mano.
Perfecto.
Comienza el baile, algo más lento que el anterior y más nostálgico. Las vueltas y giros son más lento y de menor frecuencia. Ahora los vestidos de las donnas parecen ser flores plantadas en líneas. Al bailar con el rubio, me doy cuenta que hay más listones tensos de los que creí haber contado: necesitaré bailar con cinco u ocho parejas diferentes.
En uno de los giros, me acerco a la pareja objetiva. En un giro donde todos debemos soltarnos de las manos, tropiezo al propósito y jalo el vestido de ella, empujo a su actual pareja y la mando a juntarse con el rubio. El listón púrpura de ambos se estrecha y sus pupilas se dilatan. El color morado brilla y se hace ligeramente más grueso.
Comienzo a bailar con el pobre al que le robe su parejita.
—Son obsesivos—murmuro— Por desgracia serán muy posesivos.
El baile continúa y cambio de pareja cuatro veces; en todos, los síntomas del enamorado se presentan y el amor es correspondido. En el siguiente vals me toca romper con tres amores no correspondidos, y ayudarlos a conocer y a empatizar con la persona adecuada. Giros y giros, vueltas y vueltas, pasos y listones.
Cuando bailo cuatros vals seguidos me dedico a conectar a las parejas que están alrededor de los postres y se miran tímidamente. Derramo jugo sobre una damisela y provoco que me grite, cuando llega su flecha a ayudarla, y de paso a gritarme también. Su listón naranja se vuelve fuerte.
Cuando un caballero intenta levantarse de su asiento su pantalón misteriosamente se atora, cae de la silla y su dama le ayuda a levantarse, el listón rojo los reviste a ambos.
Las cucharitas para el té caen con sonoro estruendo, pues por accidente un pelirrojo las ha tirado: humillado y avergonzado intenta levantarlas, cuando una joven se dispone a ayudarlo; los listones de los dos aún no se unen, pero cuando sus manos chocan para tomar la misma cuchara, sus amarillos estambres cobran vida.
A pesar de todos los desastres que ocasiono, nadie parece notar que soy la autora de tan infortunados sucesos. Me escabullo y huyo lenta y rápidamente del lugar de los hechos.

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¿Cupido enamorado?
RomantizmAlessia tiene una visión que ni siquiera un halcón podría tener: sus ojos atraviesan los corazones de las personas y logra ver que esconden en ellos por medio de hilos o listones de colores. Su trabajo, es ayudar a las personas que se enamoren de la...