VIII Sociedad anónima

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—Hola —dijo de nuevo, esta vez un susurro, como si temiera que colgara en cualquier momento.

Su voz era mejor de lo que había imaginado, gruesa, calmada, dulce aunque muy masculina, no podía creer que en serio había tomado el valor para llamar y ahora no sabía si tenía suficientes agallas para hablar. Apretaba muy fuerte el celular o se me resbalaría, me aterraba que pudiera escuchar lo acelerada que estaba mi respiración, y de verdad deseaba romper el silencio, pero no podía hacerlo.

—Calma, no soy un asesino en serie o algo así —susurró muy despacio —y lamentablemente no soy lo suficientemente inteligente para rastrearte por esta llamada, como hacen en las pelis —se rió un poco y sí, también me hizo sonreír — ¿puedes intentar aunque sea saludarme? No sabes lo mucho que me gustaría escucharte.

—Hablar no es lo mío —confesé tan nerviosa que titubeé.

Hubo un momento de silencio y luego un suspiro largo.

—Tu voz es hermosa, demasiado dulce para ser de un ser despiadado, sin alma, ni sentimientos como tú —bromeó y fue imposible no reír —sí, esa risa tampoco queda con el perfil de chica mala que traes.

—Hola —saludé, apretando mí puño libre hasta que las uñas se enterraron en la piel, tenía que concentrarme en su voz, en su hermosa voz y dejar de ser tan patéticamente cobarde por una vez.

—Hola —podía imaginarlo sonriendo — ¿Cómo estás?

—Créeme, peor que tú.

—Tienes que estar muy mal entonces, pero tranquila, esta llamada ha vuelto el peor de mis días el mejor.

—No creo ser tan importante.

—Oh, lo eres —aseguró —has estado allí para mí un rato y hasta ahora creía que era incapaz de devolverte el favor, pero aquí estoy. No quiero abrumarte, así que voy a limitarme diciéndote solamente que puedes llamarme cuantas veces quieras, yo siempre te contestare.

—Gracias —si me aliviaba saber que estaba allí, que había una persona que aunque fuera mínimamente, me entendía.

—Loke —llamó alguien a la puerta, tocando un par de veces. Tapé la bocina con mi mano, esperando que no haya sido capaz de escuchar mi nombre —Loke, por favor sal cariño, es hora de cenar.

—Lo siento Sebas, debo colgar.

— ¿Me llamaras si te sientes mal nuevamente?

—Muy probablemente no, pero lo pensaré —lo escuché reír —adiós.

—Hasta pronto, Estrella.

Colgué y fui rápido a la puerta para abrirla y demostrarle que estaba bien, no quería que hiciera muchas preguntas, no estaba de humor para una charla motivacional de su parte y mucho menos para consejos de rehabilitación. Ella había decidido sacarme del internado, no había nada más que hacer.

— ¿No te emociona ni siquiera un poco? Podrás ver a tu mamá todos los días.

— ¿Parezco emocionada? —Me encogí de hombros sin nunca soltar la puerta —no tengo hambre, voy a dormir.

Estuve a punto de cerrarle en la cara, pero ella no lo permitió y me dio una mirada tan comprensiva que incomodaba.

—No quiero comer.

—Está bien, recoge tus cosas —sonrió —tu madre vendrá temprano por ti, así que pon una alarma.

Asentí y cerré.

Había alguien, no recordaba quien, pero estaba segura de que había algún sujeto importante que decía que el tiempo es relativo, que no existía. Pero claro está, que aunque no estaba nada de acuerdo entendía a que se refería.

Una Estrella FugazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora