IX Límites & estrellas

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Ella es la ternura hecha mirada, la maldad hecha sonrisa

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Ella es la ternura hecha mirada, la maldad hecha sonrisa.

—Omarr Concepción.





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Si pudiera ponerle un título a mi vida, sería algo como; El diario de una mente agotada.

Cada día que pasa es como escribir un libro sin tener inspiración, llenando páginas de palabras vacías, sin sentimientos reales. Lo olvidaba, si hay sentimientos. El desespero, la abrumación, la tristeza y añoranza.

¿Qué podía extrañar tanto? ¿Qué me hacía falta si aparentemente lo tenía todo?

Mierda, había caído tan bajo que terminé en un grupo de apoyo para fumadores compulsivos. Sentado allí, en un círculo de personas problemáticas que hablaban sobre sus problemas con la esperanza de sentirse mejor, era ridiculizado. No podía ser completamente sincero, no podía contarles sobre mi amorío con mi hermana, aquel que era mi mayor conflicto. Todos los demás habían caído en la adicción por cosas tan serias, tan comunes y entendibles, que cada vez se volvía más incómodo para mí.

Era un fenómeno.

—Thinger —me llamó Michelle, la mujer morena de cabellos locos que me miraba con tanta compresión que podía volverse irritante — ¿estás listo para presentarte con el grupo?

Estuve a nada de negar, pero no fue necesario. Como si una enorme campana hubiera sonado, la puerta se abrió salvándome. La atención de todos fue a la persona que avanzó por el salón hacia nosotros y cuando mis ojos abandonaron a Michelle para ver de quien se trataba sentí una indescriptible presión en el pecho.

Era tan bonita, como ninguna otra chica que hubiera visto antes. Caminaba con los ojos cristalizados, mirando el piso, sus mejillas y nariz rojas, enterneciendo aún más ese rostro delicado. Había llorado y poseía una expresión amarga. No quería estar en esa sala, sus pasos fuertes la delataban.

—Loke —Saludó Michelle cordialmente —es un placer verte de nuevo linda, toma asiento.

Todo en ella era intrigante, desde el inocente vestido lila y los brillos en sus mejillas, parecía un ángel, pero algo no concordaba, aunque fuera delgada y tan pequeña que seguramente no superaría la altura de mi pecho, era bastante obvio que su atuendo era solo un disfraz.

Nadie más la saludó, ella no miró a ninguno de los presentes, todos volvieron su atención a mí recordándome que era mi turno de hablar.

—Nuestro nuevo integrante estaba a punto de presentarse —le avisó.

Fue allí, donde subió la mirada, enfocando esos lindos ojos almendrados en mí y llenándose de una confusión caótica. Quise sonreír un poco, de manera coqueta por ganarme su atención, pero los nervios que me generaba su intensidad me lo prohibieron.

Una Estrella FugazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora