Realmente nunca estaba bien.
Ni en mis mejores días.
Siempre que creía que podía intentar mejorar una parte de mí, por más mínima que sea, una nueva inseguridad aparecía y me frenaba. Y sabía que solo se trataba de mi cerebro, de mi estúpido pensamiento, que estaba en mi poder y podría cambiar.
Quería cambiar, había querido hacerlo toda mi vida.
Entonces estaba ella. Mi linda hermanastra que parecía sutilmente inclinada a hacer mi vida un poco más complicada. Me molestaba desde que éramos niños. Me retaba a cometer grandes estupideces de las que todavía me arrepentía. Yo siempre quería complacerla.
Era feliz de ser su único amigo, que confiara en mí y no necesitara más.
Ambos fuimos creciendo, y muchas cosas cambiaron demasiado, pero lo que sentía por ella nunca lo hizo. La madures a ambos nos sentó físicamente bien. Ahora ella era sin dudas una de las chicas más hermosas de la preparatoria. Sin embargo, con la madures vinieron millones de situaciones para las que no estábamos preparados, y ambos tomamos malas decisiones.
Muy malas.
—No vuelvas a decir algo como eso —me negué volviendo a poner ambas manos al volante.
Aunque mis nervios estuvieran por estallar, me mantuve firme. Estaba drogada a un nivel que no sabía siquiera lo que decía. Podía simplemente estar delirando y por ello no debía tomarme en serio sus palabras.
— ¿Eso es todo lo que vas a decirme?
Sonaba muy decepcionada.
—Joder, ¡me enfrento al fin a ti y te digo que no te veo como mi hermano, y solo me pides que no lo repita! —Gritaba exasperada — ¿estás idiota?
—Estás drogada —susurré suavemente.
Podía sentir mis dedos picando por la ansiedad que me ocasionaba la situación. Necesitaba hacer algo, apretar los puños no me estaba ayudando en nada.
—Sí, mucho —aceptó.
Estaba irritada de que no la mirara así que se inclinó desde su asiento y tomando mi cabeza entre sus manos me jaló hacia ella, obligándome a mirarla. La luz daba directamente en sus bonitos ojos cafés, y en su estado sorprendentemente se veía linda y tierna.
Tragué saliva y quise apartarme, pero no lo permitió.
—No soy ciega, sé que es mutuo.
Ella bajó su mirada a mis labios. Mis latidos estaban fuera de control. La cercanía me pasaba factura. No podía moverme, solo quería besarla y decirle que, tenía razón.
—Thina...
—Ambos sabemos que tienes tantas ganas de besarme como yo tengo de que lo hagas.
Tenía años enteros esperando. Queriendo tomarla del cabello y apoderarme de sus labios como había fantaseado tantas veces, pero no podía. Después de la abrumable necesidad, había un dolor en mi pecho que gritaba lo incorrecto que estaba todo.
Con mis manos la hice soltarme y me retire de su lado lo más que pude.
—No. Lo siento mucho, no voy a hacer esto.
Fue como si mis palabras fueran cuchillos. Ella pego su espalda al asiento, su rostro contorsionado con angustia y sorpresa. Le resultaba totalmente inesperada mi respuesta.
— ¿Por qué me rechazas?
—No voy a tener esta conversación ahora —me negué volviendo mis manos al volante, mis latidos siendo incapaces de normalizarse.
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Una Estrella Fugaz
Roman pour AdolescentsHay una gran diferencia entre amar y necesitar a alguien. Advertencia: Esta historia toca temas sensibles como; Suicidio, violación, asesinato, acoso, abuso a menores, entre otros. Si te sientes ofendido o incómodo en algún momento de la historia p...