22. El karma es una perra

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Cuando le propuse vernos esa noche no contaba con lo que ocurriría después. No contaba con que ahora no iba a querer dejar de verla o con que ahora no querría estar ni siquiera cerca de Claudia. Lo nuestro se había convertido en una rutina de conveniencia: yo cenaba en su habitación y dormía la gran parte de las noches con ella. Era cómodo, no lo voy a negar, ella se esforzaba mucho por hacerme sentir bien y hasta cierto punto, lo lograba. Lo que no podía lograr era que me sacara de la cabeza a cierta persona que dormía un par de pisos más arriba.

Está claro que podría haber terminado lo que sea que tuviera con Claudia y no estar engañándolas a ambas, pero me negaba a hacerlo porque Olivia no quería nada serio conmigo, porque era mi forma de demostrarme a mí mismo que sí podía estar en una relación (obviemos el hecho de que estaba siendo infiel) y porque me daba cuenta de que Clau sí que tenía sentimientos por mí y no era justo terminar cuando ella se estaba implicando tanto. Me decía una y otra vez que no se lo merecía, pero no podía dejar de llamar a Olivia para vernos a escondidas. Por supuesto, la una no tenía conocimiento de la otra. Ese era un detalle que me guardaba para mí, porque sabía que en cuanto una de las dos lo supiera estaba acabado y porque soy gilipollas.

Así es que me acostumbré a dormir de vez en cuando en mi habitación, le decía a Claudia que necesitaba una noche de chicos o que debía estudiar. Así, el día que tuviera otros planes, no resultaba tan extraño que no durmiéramos juntos. Ella nunca me puso pegas.

Acostumbraba a pasarme por mi habitación después de clase porque los chicos y yo regularmente jugábamos fútbol o conversábamos. Y entonces descubrí que era un buen momento para verme con ella. Comencé diciéndole que pasara por la habitación para tomarnos un café y charlar, pero terminamos enrollándonos dos o tres veces a la semana. Aunque nuestros encuentros eran muy cortos, estábamos mejor que nunca. No discutíamos y nos reíamos como nunca lo habíamos hecho antes. Llegué a pensar que esto era lo que necesitábamos: más espontaneidad y menos ataduras. Sin embargo, tanto ella como yo nos estábamos enganchando a una velocidad de espanto y sabía que era cuestión de tiempo que uno de los dos quisiera dar otro paso.

*****

Nos pasábamos las tardes y las noches hablando o follando, me perdía en su cuerpo y en sus abrazos, pero sobre todo en sus besos. Olivia y yo nos besábamos como si se fuera a acabar el mundo, nos perdíamos el uno en el otro, y yo temía que estuviéramos enamorándonos. Joder, probablemente ya lo estábamos.

A veces ella me preguntaba si podíamos vernos una noche y yo tenía que mentirle. Lo odiaba, juro que lo odiaba, pero era imposible. Ella me preguntaba por qué y yo tenía que mentirle y decirle que tenía un examen, como si eso hubiera sido motivo suficiente para no vernos anteriormente. Todas las chicas me han importado una mierda hasta ahora, ni ellas ni yo buscábamos nada serio, no había sentimientos de por medio, hasta que conocía a la chica buena que me hizo perder la cabeza.

Evitaba salir de fiesta porque tendría que ser con Claudia y no quería hacerla pasar por el mal trago de que nos viera y se enterara así, tenía que decírselo yo, mas no encontraba la fuerza para hacerlo. Andreu, que era el único que estaba al tanto de la situación, me preguntaba hasta cuándo estaría cagado de miedo en medio de este problemón. «Te tienes que decidir por una, hermano», fueron sus últimas palabras. ¿Cómo podía hacerlo? Desde el día uno había decidido por ella, pero ella me había rechazado.

*****

- Al fin te dignas a aparecer. Tienes la comida lista -me dice con más desdén del que esperaba. Su tono de voz contrasta con el bonito gesto que acaba de tener conmigo. Tomo el plato de comida y lo pongo a calentar en el microondas mientras le digo:

- No empieces, Clau. Estaba con los chicos mientras se arreglaban para salir.

Era totalmente cierto. Había estado un rato con ellos antes de encontrarme con Olivia frente a su edificio. No había estado en mis planes, pero una vez allí no pude evitar besarla durante al menos media hora. Por supuesto, esa parte de la historia me la guardé para mí mismo.

- ¿Salieron otra vez? – asiento ante su expresión de sorpresa.

- Sí, siempre hemos salido con la misma frecuencia. Tienes suerte de que ya me haya alejado de esa vida nocturna y esté aquí en tu habitación un martes a las diez de la noche.

Sabía el efecto que quería provocar, pero logré todo lo contrario.

- ¿Y por qué, Cedric? ¿Por qué estás aquí conmigo en vez de estar pasándotelo bien con tus amigos?

Oh, no. ¿En serio me estaba preguntando por mis sentimientos, por qué prefería estar con ella? Nosotros no hacíamos ese tipo de cosas. Estar con Claudia era... fácil. Por eso no había terminado con ella hasta ahora, porque no me hacía preguntas incómodas y no me pedía demasiadas explicaciones. Intento mantener la calma y pensar objetivamente en mi respuesta.

- Pues porque estoy bien aquí, contigo. No necesito salir.

Ella parece pensarse mi respuesta.

- Supongo que tampoco pasa nada por un día. Tengo ganas de irme de fiesta y quiero hacerlo contigo. Tengo muchos exámenes y necesito despejar un poco. Este jueves, ¿quizás?

Me quedo de piedra. Nuestra relación no es que fuera precisamente secreta, pero si podía evitar que Olivia o alguna de sus amigas lo supieran todo sería mucho mejor. Sin embargo, entiendo que no todo iba a ser tan fácil siempre, así es que asiento, resignado a que tal vez llegó el momento... o tal vez, con un poco de suerte ella no saldría.

Por supuesto, el karma es una perra. 

Más que un fuckboyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora