OLIVIA
Esa noche, mientras estamos en la habitación jugando dominó y divirtiéndonos como siempre que no tenemos que estudiar o salimos de fiesta, le veo aparecer en la puerta de la habitación. Ni siquiera sabía que vendría porque no me dijo nada y siempre lo hace. Me hace sentir un poco agobiada y realmente es lo que menos quiero. Se supone que lo nuestro es para pasarlo bien los dos, no para complicarnos la vida en una relación. Vamos, que nunca lo he visto como más que un fuckboy.
No sonríe al entrar, ni saluda a nadie. Mira a todos con cara de pocos amigos, que es la que siempre lleva en público, pero para mi sorpresa no me pide que deje de jugar y me vaya con él, sino que se queda mirando atentamente el juego. Tras un rato, se sienta también a jugar como mi adversario y le gano a él y a su compañero de juego en varias ocasiones. Me río mucho y le brindo de mi trago. Él lo acepta y se prende un cigarro. Me lo pasa y se prende otro. Vale, si esto es estar con él podría intentarlo. Aunque no sonríe, sé que lo está pasando bien; y, sobre todo, sé que se está esforzando. Le veo más relajado que cuando llegó y a cada rato me lanza miradas. Cuando suena la canción The Hills siento una de sus manos en el interior de mis muslos, sé que el juego para mí se ha acabado. Tanto es así que Zoe y yo terminamos perdiendo esa partida y levantándonos de nuestro sitio por voluntad propia. No, no nos gusta perder. Mientras se pone de pie, su expresión de victoria me hace reír por lo bajo.
Sin mediar palabra nos vamos a mi cama y, aunque las luces siguen encendidas y todos están despiertos, nos damos un par de besos.
- Eres una adversaria bastante digna -me dice – Lástima que yo sea mejor.
Se ríe. Lo está disfrutando. No le digo que si no hubiera sido por la maldita mano en mi entrepierna hubiera terminado de ganar todas las partidas como hasta entonces. Prefiero quedarme callada y no herir su frágil ego.
- Lo que no entiendo... es qué hacen aquí estos tíos.
Señala al par de chicos que están en la habitación, uno de ellos es Andy y el otro su amigo, que suele venir cuando Andy se siente demasiado agobiado en este entorno de chicas. A todas nos caen bien y son extremadamente respetuosos.
- Uno es el novio de mi amiga Carlota -le explico, aunque la verdad es que lo que menos me gusta en esta vida es tener que darle explicaciones a alguien. Pero lo hago, porque es preferible explicarle a tenerlo con cara de amargado toda la noche -Y el otro es su amigo, viene a visitarlo a cada rato.
Cedric asiente con la cabeza en señal de aceptación. No sé por qué le molestaría que haya chicos en la habitación. Quiero decir, él también es un chico y su presencia bien podría molestar al resto. Pero supongo que Cedric no es muy razonable y no tiende a ponerse en la piel de otras personas.
- ¿Saldrás conmigo mañana? -me pregunta sin más. Nunca hemos salido juntos, hasta ahora he encontrado la manera de librarme: unas veces porque realmente no podía y otras porque no me apetecía. Pero siguiendo el consejo de Zoe, le voy a dar la oportunidad de demostrarme que no es como yo pienso y de ver si podríamos funcionar como pareja, aunque tener pareja sea lo que menos quiera en estos momentos.
- ¿A dónde iremos? -respondo tras unos segundos y veo como su expresión se dulcifica. Está aliviado de que haya accedido finalmente.
- Ponte algún vestido lindo -es lo único que me dice y me guiña un ojo mientras sonríe abiertamente.
Esa noche nos dedicamos a ver películas y él se pone de mal humor cuando se percata de que no tienen subtítulos. Es algo que me gusta hacer para practicar mi inglés. Intento que se relaje y que vea que no es un problema tan grave, pero cualquier estupidez parece desatar en él una ira exagerada. Es un chico con serios problemas de carácter y me asusta a cada rato. Entonces pruebo con lo que siempre funciona entre nosotros: el sexo.
Meto una de mis manos por debajo de su camiseta y le acaricio las pequeñas y duras protuberancias de su abdomen. Sus ojos me miran atentamente; está valorando la situación. Su mirada es aún de enojo, pero algo en su expresión me dice que estoy en el camino correcto. Así es que retiro el portátil de su regazo y coloco una de mis piernas entre las suyas. Tomo su rostro con mi otra mano y lo beso, esperando que no me rechace y no lo hace. Me besa de vuelta y sus labios encajan perfectamente en los míos. Su beso es de esos perfectos, lo suficientemente húmedo, lento, profundo y sexy. Muevo mi mano por sus pectorales y por su brazo tatuado. Sé que a pesar de lo diferentes que somos, nos vemos jodidamente bien juntos. Él aparta el cabello de mi cuello y me besa justo ahí, en ese punto débil entre el cuello y los hombros y me dan escalofríos. Él lo nota, como nota todo y toma las riendas de la situación, bajando sus manos por mi cuerpo y tomando mi trasero con ambas manos. Lo aprieta y lo acerca a su miembro, llenándome de deseo. Me quita la ropa de mi mitad inferior y yo me quito la de mi mitad superior. Él solo se retira la camiseta y me permite tocarlo libremente por unos minutos hasta que me toma de las muñecas y las coloca sobre mi cabeza, sujetándolas con una mano. Vale, esto nunca había pasado, pero confío en que si es con él me gustará. Su otra mano baja por mi cuerpo haciéndome caricias hasta que llega a mi botón más sensible.
Se queda un rato jugando con él, dibujando círculos y presionándolo hasta que siento la humedad entre mis piernas. No deja de sujetarme de las muñecas, por lo que no puedo tocarlo, solo mirarlo. Está jugando un juego que no estaba en mis planes, pero tengo que aceptar que me gusta que él tenga todo el poder. Entonces mueve su mano e introduce uno de sus dedos en mi interior. Lo recibo con un suspiro, pero él lo acalla atrapando mis labios con su boca, los chupa, los succiona y los muerde, mientras introduce otro dedo. Sus movimientos me provocan olas de sensaciones y estoy segura de que estoy muy cerca del orgasmo. Mis piernas se tensan y comienzan a temblar y, cuando estoy segura de que con solo esto podría acabar, introduce un tercer dedo en mí y los mueve estimulando mi punto G y logro escuchar cuán húmeda estoy. ¡Joder! Me muerdo los labios, me tapo la boca para no gritar. Es casi imposible controlar lo que estoy sintiendo y estoy segura de que se me están escapando sonidos y gemidos, pero me importa un bledo si nos escuchan. No puedo pensar con claridad, la mente se me nubla y sé que estoy en un punto en el que nunca había estado. Siento unas incontrolables ganas de hacer pis, y caigo en la cuenta de que así es como se siente cuando estás a punto de tener un squirt. Él no se detiene porque es más que probable que ese sea su objetivo. Sus dedos me torturan con rápidos y bruscos movimientos. Y entonces sí, me tenso completamente y siento la humedad entre mis piernas y muslos, flashazos se instalan tras mis pupilas cuando aprieto los ojos y las manos. No puedo concentrarme en nada más que en lo que estoy sintiendo en este momento. Ha sido el orgasmo más intenso de mi vida.
Recupero la conciencia y me reclino en la cama. Toco la cama y solo entonces me doy cuenta de la gravedad de la situación. No tenía ni idea de que fuera capaz de ponerme así y, mientras yo me preocupo por dormir sobre un colchón mojado, Cedric me mira con ojos salvajes que hacen que se me quite toda la vergüenza.
- No sabes cuánto me ha gustado.
- Me hace gracia porque eso debería decirlo yo -le respondo, riendo.
- Tú también puedes decirlo.
Se acuesta y me abraza. Me dice que ha sido demasiado sexy verme de ese modo y me doy cuenta del placer que le produce producir placer. Nos quedamos dormidos abrazados y así de fácil han dejado de importar todas las tonterías.
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Más que un fuckboy
Dla nastolatkówEl primer amor de mi vida era un hombre que me llenaba de vida en la cama, pero que me destrozaba la vida fuera de ella. A pesar de saber que involucrarme sentimentalmente con ese tipo de chico no me convenía para nada, no parecía poder salir de ese...