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¿Alguna vez han sentido que la vida tiene mil y un opciones para ti? Que todo depende de las acciones que realices, de las decisiones que tomes. No puedes estar en esta vida sin tomar riesgos, aunque creas que no las tomas, lo haces.

Yilkma, reino de las piedras preciosas, joyas únicas, ciudadanos satisfechos y punto fluyente del comercio del país, era el reino por donde pasaban todas la rutas terrestres de transporte, cualquier ciudad conectaba con el para ir a otra. Así que era un reino importante para todos.

La familia real de Yilkma constaba de la reina Fiorella, el rey Groy, el príncipe Atsushi y la princesa Ellei.
Una familia bastante común a decir verdad, los padres estaban presentes cuando podían y los hermanos se apoyaban en todo. Atsushi adoraba a su hermana pequeña, tanto, que siempre la protegía de cualquier castigo. Le daba de su comida cuando ella pedía más y no le daban, también la apoyaba en sus tareas que le dejaban los profesores que les impartían clases en el castillo. Se dormía con ella cuando tenía miedo o le leía un cuento. Siempre ha sido muy protector con ella, es por ello que cuando llego el tema de la sucesión, sus padres usaron a su hermana como medio de negociación para que el tomará el trono.

Atsushi había decidido dejar el trono a su hermana, no creía ser un líder de algo tan grande ni mucho menos adecuado para ello, así que cuando tuviera la edad suficiente para casarse, ella junto a su esposo reinarán, sin embargo los padres no estaban de acuerdo en esperar tanto tiempo. El tenía 19 años, su hermana 6. Tenía la edad perfecta para casarse y es que si no lo hacía, no esperarían tanto tiempo con su hermana y a los 14 la casarían.

Definitivamente no podía dejar que eso sucediera, iba a ser peor para su hermana, ella era muy pequeña y a esa edad... Prefiere verla esforzarse por ser una buena princesa y que descubra a que es lo que se quiere dedicar, además de casarse con quien ame. Ellei ya le había platicado qué le gusta mucho cuando práctica con la espada y que quiere ser la líder de las tropas para así poder salir a pelear en nombre del reino para enorgullecerlo. Arruinarle esos planes que bien pueden cambiar no le parece justo, además, el no sabe a que se dedicaría si no fuera el príncipe o próximo a rey.

Sus padres le dieron una semana para darles una respuesta.

Esa noche salió al jardín del castillo, mucho más allá de las propiedades qué tenían, justo detrás había un bosque que usaban para la caza y muy escondido había un lago. Su lugar secreto, lo encontró cuando tenía 8 años, perseguía un conejo pues su tarea era cazarlo, si bien no lo logro, este animal lo llevo a un maravilloso lugar, lejos de su hogar, las luces y las personas. Era perfecto. Desde ese entonces va al lago regularmente, cuando tiene tiempo libre o cuando quiere pensar.

Finalmente llegó al lago donde decidió caminar por la orilla, quería asimilar qué su vida pasara a ser presa de papeles, juntas, fiestas y personas de doble cara. La luz natural de la luna era espectacular esa noche, adoraba ese brillo qué tenía y envidiaba a veces que solo estuviera ahí observando lo que los humanos hacían, se detuvo.

- Que hermosa - dijo con una sonrisa en los labios.

Un ruido extraño le llamó la atención, volteo para ver de que se trataba pero a simple vista no se veía nada, los árboles del lugar, la naturaleza no lo dejaba observar bien. Con paso lento comenzó a acercarse donde provenían los ruidos, sabía que no era un animal salvaje la propiedad estaba libre de ellos. Mientras más se acercaba, los nervios predominaban. Estaba por alcanzar el árbol al que creyó que ahí se escondía algo pero fue sorprendido por una persona, dio varios pasos atrás.

- Tranquilo - alzando las manos salió de su escondite con cuidado.

- ¿Quién eres? - preguntó.

Los árboles no permitían qué la luz de la luna pasara por sus ramas, así que era imposible ver quien era. Pero aquella persona si podía ver quien era él.

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