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Jake se quedó plantado donde estaba mirándome. Su mirada era tan triste, tan nostálgica. Y justo en ese momento, el más inoportuno de todos, me tomó de la cintura, me acercó a él y me besó.
Sabía que debíamos irnos, sabía que tenía que poner a Amanda y a Mike a salvo, pero no pude ni quise quitarlo. En aquel momento, solo existíamos él y yo.
Sus manos se aferraban a mí con mucha fuerza, como si tuviese miedo a que yo escapara o desapareciera, aunque era obvio que eso no iba a pasar. No había otro sitio en el que quisiera estar.
Fue tan diferente al primero, dulce, tierno. Este, en cambio, estaba lleno de intensidad y pesar, como si no fuese a haber un mañana. Tenía ese inconfundible sabor a... ¿a despedida? ¿Por qué? Y tan inesperadamente como me había acercado, me alejó de él.
—Perdóname. Sé que lo que te hice fue lo peor que he hecho en mi vida. Tenías razón, actué de la misma forma que lo hizo ella conmigo, pero la gran diferencia es que yo sí me enamoré de ti. Necesitaba decírtelo.
Fue como si el tiempo se hubiese detenido. Como si pudiese ver la escena desde fuera. Vi sus ojos llenos de pesar. Vi cómo, sin previo aviso, me empujaba con fuerza fuera del castillo. Me vi a mí misma tirada en la hierba. Lo vi atascar la puerta encerrándose en una muerte segura.
Lo entendí entonces. No habría un mañana...
No para él.
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