❤FRAGMENTO 7❤

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—Amor

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—Amor... ¿estás bien? -Se levantó a paso dudoso pero precipitado al verle allí medio sentado medio recostado en la penumbra.

—Sí, cariño, solo miraba las estrellas —suspiró—. Las voy a extrañar.

A George se le estrujó el corazón, pero no debía demostrar debilidad, no quería, no podía.

—Ya veo. Debes reposar un poco, ya sé que hay que romper las reglas, pero te ves cansado y no lo voy a permitir. —Sabía que no cambiaría de opinión, pero al menos iba a intentarlo—. Vamos a la cama.

—Pero a vos te voy a extrañar muchísimo más. No me llevaré mi alma a donde pertenezca, solo por vos, para mirarte eternamente. Cada noche darte un beso de buenas noches.

—Amor, por favor... no hagas eso. —Sentía que no podría contener sus lágrimas si Esteban continuaba hablándole con tal ternura y más porque sonaba a despedida.

—Vendré cada uno de los días. Te voy a hacer el amor en la sala, en la cocina, en la tina, y en donde se me ocurra, hasta que nos fundamos en tu piel.

—Amor... precioso... por favor. —Para este momento George, ya estaba en un mar de lágrimas.

—Y, entonces, un día hablaré con un ángel y le diré que te conocí, que jamás había conocido a otro ser de luz que me iluminara tanto como lo hiciste vos.

—No... por favor...

—Me ayudaría mucho si me besas y después haces lo que habíamos acordado.

—Esteban... —Lo miró, sorprendido.

—¿Me besarías, cariño mío? —La devoción que sus ojos reflejaban era inquebrantable.

Estaba actuando como en piloto automático, no sabía lo que sucedía, pero a la vez lo sabía a la perfección, solo estaba en un shock aparentemente eterno. Entonces, lo besó como nunca en toda su vida había besado a nadie. Cargó a Esteban hasta la cama y sacó dos jeringas que tenía en la mesa de noche, era morfina.

—¿En serio quieres hacer esto? Yo... no... sé...

—Tengo mucho dolor.

—Sabes que esta dosis es demasiada. No..., no estoy listo para que te vayas.

—Ya es hora, cariño, no tengo fuerzas. Además, según la enfermera Smith, solo me adormecerá para soportar más el dolor. Si lo haces, será más fácil todo; ya no te escucharé, pero estarás aquí y tomarás mi mano. Te lo estoy suplicando. —No quería responder. Pasó un rato mientras su cabeza era un alboroto.

—De acuerdo. —Lloró aún más fuerte—. Te amo.

—Te amo.

George nunca lo supo, pero esa había sido la más grande prueba de amor que jamás hubiese existido, porque es fácil hallar a alguien y aferrarse hasta las últimas consecuencias para hacer que alguien se quede al lado del otro, pero George supo dejarlo ir.

Esteban murió dos días después, tenía veintiocho años, no tenía familia, habían muerto en un incendio en Buenos Aires hacía ya quince años. Solo tenía a George, su único y verdadero amor. ¡Ojalá hubiera podido quedarse o llevárselo! Pero así no era como funcionaba.

 ¡Ojalá hubiera podido quedarse o llevárselo! Pero así no era como funcionaba

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