27. Piper McLean

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Pedir prestado el helicóptero fue fácil. Conseguir que su padre subiera a bordo, no.

Piper solo necesitó unos segundos de conversación a través del megáfono improvisado de Leo para convencer a la piloto de que aterrizara en la montaña. El helicóptero del Servicio de Parques era lo bastante grande para evacuaciones médicas o búsquedas y rescates, y cuando Piper le dijo a la amable piloto que sería buena idea llevarlos al aeropuerto de Oakland, la mujer accedió de buena gana.

Además que habían conseguido un poco de agua con la que Cassidy logró hacer que la cabeza le dejara de sangrar.

—No —murmuró su padre, cuando lo levantaron del suelo—. Piper, ¿qué…? Había monstruos… había monstruos…

Necesitó que Leo y Jason la ayudaran a moverlo, mientras el entrenador Hedge estaba recogiendo sus provisiones y Cassidy se desplomaba resoplando en un rincón del helicoptero.

A Piper le partía el corazón ver a su padre así: al límite, llorando como un niño. No sabía exactamente lo que le había hecho el gigante, cómo los monstruos habían quebrantado su espíritu, pero no creía que pudiera soportar averiguarlo.

—Todo va a ir bien, papá —dijo, adoptando el tono de voz más tranquilizador posible. No quería embrujahablar a su propio padre, pero parecía la única forma—. Estas personas son mis amigos. Te vamos a ayudar. Ya estamos a salvo.

Él parpadeó y miró los rotores del helicóptero.

—Hélices. Una máquina con muchas hélices. Con seis brazos…

Cuando lo llevaron hasta las puertas, la piloto se acercó a ayudar.

—¿Qué le pasa? —preguntó.

—Inhalación de humo —propuso Jason—. O agotamiento por calor.

—Deberíamos llevarlo a un hospital —dijo la piloto.

—No pasa nada —aseguró Piper—. El aeropuerto está bien.

—Sí, el aeropuerto está bien —respondió la piloto inmediatamente. A continuación frunció el entrecejo, como si no estuviera segura de por qué había cambiado de opinión—. ¿No es Tristan McLean, la estrella de cine?

—No —contestó Piper—. Solo se parece a él. Olvídelo.

—Sí —dijo la piloto—. Solo se parece a él. Yo… —Parpadeó, confundida—. No me acuerdo de lo que estaba diciendo. Pongámonos en marcha.

Jason miró a Piper con las cejas arqueadas, claramente impresionado, pero Piper se sentía deprimida. No quería distorsionar la mente de las personas, convencerlos de cosas que no creían. Era una actitud muy dominante y no estaba nada bien, algo que Drew haría en el campamento, o Medea en sus diabólicos grandes almacenes. ¿Y de qué iba a servirle a su padre? No podía convencerlo de que iba a estar bien o de que no había pasado nada. Su trauma era demasiado profundo.

Cassidy se asomó por la puerta del helicoptero ya con una mejor pinta y los vio desde arriba—. ¿Están listos o qué? No tenemos hasta el siguiente siglo... —sus ojos verde mar cayeron en el padre de Piper y se despejaron de la dureza a la comprensión.

Cassidy le tendió una mano al hombre que dio un respingo atemorizado.

—Descuide, señor McLean  todo estará bien. Le ayudaremos, puede confiar en mí.

Finalmente lo subieron a bordo, y el helicóptero despegó. La piloto no paraba de recibir mensajes por la radio preguntándole adónde iba, pero ella no les hacía caso. Se alejaron de la montaña incendiada y se dirigieron a las colinas de Berkeley.

Cassidy Jackson y los Héroes del OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora