La hora de mi muerte

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Las luces estaban apagadas, el cuarto a oscuras y frío, a pesar de que las dos personas en él se encuentran muy calientes. La nieve había comenzado a caer fuera y el viento golpeaba contra la ventana que hay casi llegando al techo, pero Félix se encontraba muy ocupado para prestar atención a la tormenta que, poco a poco, comenzaba a formarse.

No podía dejar de gemir sobre la boca del Diablo debido a las aceleradas embestidas que éste le daba. Tan solo se oían los chasquidos que formaban sus labios, la cama crujir un poco y el sonido de Changbin entrando y saliendo de Félix. Ambos desnudos, unidos de la mejor forma posible.

—Voy a... —Intentó avisar el chico, pero fue demasiado tarde. Soltó un jadeo ahogado y algo agudo mientras arqueaba su espalda y doblaba los deditos de sus pies, tensando cada músculo de su cuerpo a la vez que su esencia salía, manchando ambos torsos. Exquisito.

Mientras intentaba recuperar la respiración, se mantuvo quieto hasta que el ente llegó al orgasmo en su interior. Ambos quedaron sudorosos, respirando entrecortado y con los cuerpos pegados. Changbin se sostenía con sus brazos a los lados de la cabeza de Félix, y comenzaba a darle profundos y lentos besos en los labios, los cuales eran correspondidos de inmediato. Sus manos bajaron por el pequeño cuerpo del menor hasta llegar a las nalgas.

—Ya no voy a dejar que nadie vuelva a lastimarte. —Presionó sus manos para apegarlos más, sin dejar de besarlo. Los brazos del menor rodeaban el cuello del ente—. Tú eres mío.

—Sí... —Y, maldición, sí que lo era.

Los besos continuaron, pero Changbin pudo notar como éstos se volvían más lentos de parte de su niño favorito. Salió del interior de este último y se puso a su lado, atrayéndolo a sus brazos y agitando su mano, provocando que las cobijas volaran en su dirección y los taparan a ambos.

Sabía que Félix no tenía sueño, porque llevaba durmiendo gran parte de las tres semanas que había pasado sin irse ni un momento. El adolescente tenía miedo, incluso a veces temía estando junto al Diablo y éste debía de comenzar a explicarle que nada más malo que él podía permanecer a su lado a la vez que el ente se encontraba allí. Estaba delgado, pálido, con marcas que él no hacía. Eran golpes, golpes insignificantes como rozar los dedos contra un mueble, o marearse y apoyarse bruscamente contra una pared. Ya no reía tanto, sonreía poco, y se mareaba mucho.

¿Debía Changbin ignorar las súplicas de Félix e irse en busca de lo que lo dañó? No estaban llegando a nada, y su chico estaba muriendo por su culpa.

Se pasó la noche en vela, como siempre, pensando miles de cosas mientras acariciaba el rostro de su esposo y lo admiraba hasta el amanecer.

── ★*.• ──

Era 20 de diciembre. La nieve continuaba cayendo y la familia Lee empacaba para irse a la cabaña en la cual siempre se hospedaban para pasar la navidad junto a los tíos y primos de Félix. Éste último se encontraba doblando ropa sobre su cama con un bolso abierto a un lado. Dominique se oía en el piso de arriba y el pelinegro no paraba de tararearla. Changbin lo observaba en una esquina con los ojos más grandes de lo normal y serio, como si estuviese traumado: Aquella canción había sido reproducida más de siete veces y su esposo la seguía cantando.

—Por mí —dijo el Diablo antes de fingir apoyar el dedo índice en un vinilo. La música del piso de arriba se paró abruptamente y suspiró, apoyándose en la pared. Se oyeron unos pasos y un "¡Yo lo arreglo!" de su cuñada antes de que Dominique vuelva a ser reproducida desde el principio. Félix rio bajo, sin ganas—. Podría matar a tu hermana.

—Bin.

—Y quemar el vinilo con su cuerpo.

Félix negó. Sabía que Changbin no hablaba en serio o eso creía. Luego de haber estado doblando un par de prendas por un rato terminó por meter éstas en el bolso. Ahora tan solo le quedaba doblar un par de calcetines y su ropa interior. Ya había metido el cepillo de dientes, dos toallas y un par más de zapatos. Todo está en orden.

ꕤ  :  dancing with the devil ⬪ changlix Donde viven las historias. Descúbrelo ahora